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Las verdaderas razones por las que Aranguren y Cabrera dejaron el Gabinete

Los funcionarios incorporados no son amigos del Presidente ni históricos del PRO, tampoco tienen fortunas ni apellidos de prosapia. La nueva política puede esperar

Domingo 24 de Junio de 2018

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09:46 | Domingo 24 de Junio de 2018 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

En la jura de los nuevos ministros que se hizo el jueves en el Salón Blanco, Juan José Aranguren no quiso ocultar su fastidio con la situación. Francisco Cabrera y Dante Sica entraron juntos y haciendo bromas.  El ex ministro de Energía, en cambio, entró solo, bastante después que el funcionario que lo reemplazó, Javier Iguacel, y a pesar de que tuvo que sentarse al lado, ni siquiera lo saludó.

 

Cerca de él no quieren contar qué fue lo que dijo cuando se enteró de la novedad de que sería removido. "Sin comentarios", dijo uno. "Aún no lo ví", aseguró otro. "Prefiero guardar un prudente silencio", comentó un tercero. Es evidente que se trató de un pedido de renuncia que no esperaba ni quería.

 

Está claro que la mesa chica presionó con su salida ante Mauricio Macri, que lo defendió todo lo que pudo. El grupo que almuerza todos los lunes en el primer piso de la Casa Rosada desde que empezó la corrida cambiaria, integrado por María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, Marcos Peña y Rogelio Frigerio, al que muchas veces se suman Emilio Monzó, Federico Pinedo, Mario Negri y algún que otro gobernador radical que esté por Buenos Aires, se había impuesto no dejar pasar las declaraciones que Aranguren había dicho acerca de sus ahorros.

 

"Sigo teniendo mi dinero afuera, a medida que recuperemos la confianza en la Argentina regresaremos el dinero", le había dicho el pasado 29 de marzo en un reportaje radial al periodista Ernesto Tenembaum. A Macri, un hombre de fortuna personal, le pareció totalmente normal esa declaración. No se cansa de agradecer a los ricos que tiene en su Gobierno por haberse animado a dejar sus vidas fuera del foco de la opinión pública para acompañarlo en la gestión. Pero no sucede lo mismo con la mesa política, donde aun los pocos que vienen de familias acaudaladas (es el caso del Jefe de Gobierno porteño) tienen muy en claro "qué se puede decir y qué no" a los medios.

 

Un gabinete político es lo que le viene reclamando esa mesa al Presidente. Funcionarios con cintura para entender las necesidades del otro, hablar el idioma de la negociación (que en la Argentina es sinónimo de "peronismo"), algo que suena a mala palabra en la "nueva política" que declama Cambiemos, el intento racional por creer que el pasado no existe ni condiciona, por implantar un chip con códigos que pueden parecer obvios, pero que muy pocos conocen.

La "mesa política", por el contrario, se propone traducir la nueva cultura a la vieja, explicar, hacerse entender, hablar en el idioma de lo real y transformarlo en la experiencia de la negociación, buscando comprender y ser comprendido, poniendo un objetivo conjunto para el futuro. Por lo menos, así se lo expresó uno de los participantes-miembros a Infobae sin estar muy convencido, tampoco, de que el Gobierno podrá lograrlo.

La síntesis de esa visión está representada en el cambio de Francisco Cabrera por Dante Sica. El Ministerio de la Producción estaba manejado por un amigo de Macri empapado con la visión originaria del PRO, al punto de que fue director de la Fundación Pensar. Ahora está manejado por un economista que viene del peronismo y tiene experiencia previa de gobierno, dueño de una consultora respetada por los actores reales de la economía.

 

El salto epistemológico está a la vista de todos. Frente a un Gobierno en general incomprensible en sus decisiones desde hace mucho tiempo, a nadie hay que explicarle la incorporación de Sica. Su sola presencia denota la autocrítica gubernamental y vocación por mejorar en forma cualitativa el diálogo con los empresarios a través de la incorporación de alguien que no viene del PRO, no es amigo del Presidente, no tiene fortuna familiar, ni apellido con prosapia. En fin, un profesional de clase media normal, con ningún otro pergamino que su propia capacidad personal y humana.

 

Macri dijo en público que la idea de sumarlo a Sica se la dio Cabrera, pero nadie le creyó. El modelo de incorporación está más cercano a la filosofía de Nicolás Caputo, que desde que volvió a acercarse al Presidente está ayudando a desanudar enormes excentricidades del Gobierno, aunque nadie quiso confirmarlo.

En cambio, trascendió que para convencerlo de que acepte dar un paso al costado sin molestarse, Macri le dijo a Cabrera que será su candidato a presidir Boca a partir de diciembre de 2019, cuando venza el período de Daniel Angelici, que ya anunció que no volverá a ser candidato. Así es la cabeza del Presidente. Resuelve los dilemas de su Gobierno y de Boca Juniors como si fueran un mismo conjunto.

 

Y es probable que haya sucedido lo mismo con la AFA, es decir, que desde que llegó a la Presidencia haya intervenido en las decisiones de la asociación de fútbol como si fuera un organismo descentralizado. Primero, promoviendo que "x" no estuviera, "y" tampoco, y que cayera en manos de "z", o sea, del Chiqui Tapia, gran ocurrencia de Angelici que alcanzó frente a Macri la estatura de genio cuando lo convenció de que el yerno del líder sindical podría fracturar el gremio de Camioneros y hacerlo oficialista en el caso de que la familia Moyano paralizara el país. Desopilante.

 

Como sea, lo que no deja de llamarle la atención a la "mesa política" es que Macri haya decidido no hacer más cambios, cuando creían haberlo convencido de hacer varios más. El Presidente vio la reacción en positivo y cree que le alcanzó, no quiere hacer más movimientos. Tal vez tenga razón. No parece que pueda suceder nada sustancial reduciendo a secretarías algunos ministerios que, finalmente, producirían heridas internas, cuando lo que necesita ahora es cohesión. Apuesta a que el ingreso de los dólares del FMI estabilice la situación cambiaria y fortalezca la imagen de eficiencia de su Gobierno, hoy muy herida.

 

El desafío es fortalecer a Nicolás Dujovne. Cerca de Macri se comenta que se siente muy presionado y con dificultades emocionales para sobreponerse a las tensiones de su cargo. Nadie habla de cambiarlo, pero hay quienes dicen que en la decisión del Presidente de no reducir la importancia relativa de Energía, Producción y Agroindustria existe el temor de darle demasiado poder al actual ministro de Hacienda, y que no sepa manejarlo. ¿Será un comentario bienintencionado?

 

A Marcos Peña no le gusta que se hable de internas en el Gobierno pero, como las brujas, aunque no existen, que las hay, las hay. Finalmente, de eso se trata la política y el poder. Es verdad que la política en el siglo XXI tiene que asumir nuevos desafíos, pero el escenario descontaminado se hizo trizas contra la realidad. Hasta que el Gobierno pueda estabilizar la situación económica, la nueva política puede esperar.

 

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