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Luis Miguel se confiesa: "Mi madre sigue siendo lo que más me duele"

Su exquisita trayectoria avala su éxito. Sin embargo, esto no puede tapar su sufrimiento. La incansable búsqueda de su madre le generó una herida profunda en el pecho que aún no cicatriza.

Lunes 16 de Julio de 2018

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08:20 | Lunes 16 de Julio de 2018 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

Debutó oficialmente luego de firmar contrato con un sello discográfico con tan sólo 11 años. Desde entonces su voz cautivó al público de todas las latitudes. Insertarse dentro de la elite y posicionarse como uno de los mejores le fue una tarea sencilla. A nivel artístico, la vida de Luis Miguel (48) prácticamente no tuvo fisuras, más allá de episodios esporádicos. En ese momento, cuando arrancó todo, su primer disco, Un sol, se convirtió en récord de ventas y lo llevó a obtener tres discos de Oro por la cantidad de ventas y dos de Platino. A los 15 recibió su primer Grammy, ganó la Antorcha de Oro en el Festival de Viña del Mar y el segundo San Remo, en el festival de la canción que se llevó a cabo en Italia. Así fueron pasando sus años. A medida que creció en edad, también lo hizo en popularidad. Discografías que rompieron récords y premios de todo tipo y color. Una trayectoria intachable, difícil de superar. Sus más de 100 millones de discos vendidos lo dicen todo. Sin embargo, no todo es color de rosa en su vida. Paralelamente, su costado privado, en contrapunto con el artístico, empezó a caer en picada. Luismi nació en Puerto Rico, pero enseguida él y sus padres, el cantante español Luis Rey y Marcela Basteri, los cuales se conocieron en Mar del Plata, se radicaron en México. Su progenitor empezó a manejar su carrera… y su vida. “Su padre tenía una faceta maquiavélica. Era un mentiroso compulsivo y tenía una gran dote para manipular las cosas y la realidad de una manera asombrosa. Un dato curioso, por ejemplo, es que no nació el 19 de abril, día que festeja sus cumpleaños, sino un día antes, pero su padre, no se sabe por qué, lo anotó un día después. También dijo que su mujer era actriz, y no lo fue… ella, que llegó a Argentina con su padre escapando del hambre, quería trabajar como modista”, testifica el periodista español Javier León Herrera, autor de los libros  Luis mi Rey y Luis Miguel, la historia.

Calvario. Curiosamente, los primeros cimbronazos aparecieron de la mano de su éxito, y el apuntado fue su padre. Fue tal la repercusión que obtuvo de joven que su papá dejó su carrera musical para acompañar a su hijo. Un gesto que si bien parece cálido no lo fue. Rey lo empezó a alejar de todo y de todos para que su hijo, un diamante en bruto, se puliera y no perdiera su horizonte. Ese aislamiento también llegó a su madre. La crisis matrimonial que tuvieron sus padres fue un gran puntapié. Luisito dejaba a su ex mujer ver a su hijo. Ella lo dejó, después de padecer a quien fue su esposo, y él le pagó alejándola de Luismi. Más allá de esto, la mujer volvió con el hombre luego de ser amenazada, pero siempre alejada de su hijo, que vivía de hotel en hotel sin ver la luz ni recibir visitas, por orden de su padre. La última vez que madre e hijo estuvieron juntos fue en marzo de 1985, cuando ella lo fue a ver a un recital. Desde entonces el misterio se apoderó de la historia. Por otro lado, se supo que para que pudiera rendir en todos sus shows y no sintiera el desgaste, que lo llevó a olvidarse las letras, a los 12 años su padre le empezó a dar estimulantes. Sergio Riesenberg, director del Festival de Viña del Mar en aquella época, dice haber visto esto. Incluso detalla que le empezaron a suministrar efedrina, pese a la negativa del médico que los acompañaba. Esa negativa se terminó cuando le pusieron arriba de la mesa una montaña de dólares. El mismo Riesenberg brinda más detalles. “Cuando Luis Miguel tenía 13, 14 años, lo traje a Viña y le daban cocaína para estimularlo. Era un niño y no lo dejaban salir del hotel; no tenía amigos, no iba a la escuela, le traían prostitutas todo el tiempo, lo entretenían con eso, y ningún niño puede ser feliz de esa manera”.

Su madre. Misteriosamente, en 1986 la mujer, luego de acompañar a Luis Rey a una fiesta con empresarios y narcotraficantes, desapareció y nunca más se supo de ella. Se dice que falleció, probablemente en España, pero hay más dudas que certezas en este punto. Otros dicen que murió en esa fiesta, luego de ser drogada y caerse en una pileta en la cual se ahogó. Luego habrían hecho desaparecer el cuerpo. La versión menos trascendente dice que ella se fue corriendo detrás de otro hombre, que abandonó a su familia y se instaló en Italia para rehacer su vida. “La información que yo manejo es que murió en España por causas no naturales y que su ex pareja tuvo que ver. Pero que está muerta. Escarbando y buscando, me encontré con una mujer que sufrió mucho, encontré mucho dolor en ella”, sostiene Javier León Herrera. Por otro lado, se dice que la mató la mafia, por encargo, para silenciarla. Otra campana, en cambio, asegura que está viva, en Argentina, país en el que vivió parte de su infancia. Por otro lado, se habla de que estuvo en situación de calle, que sufrió demencia y la rescataron de un convento, en Italia.

Búsqueda. Apenas desapareció, él creyó la historia que le contó su padre: que se había ido con otro hombre a Italia.  Más tarde se enteró de lo que le había sucedido a su mamá a través de la última carta que recibió de ella: “No puedo soportar cosas que no son verdad, es muy desagradable. No salgo, no quiero ver a nadie, estoy todo el día fumando y tomando café. No me siento bien, me siento extraña, me gustaría estar contigo”, decía. Apenas cumplió la mayoría de edad, el cantante mexicano se reunió con su padre en el verano de 1989, hablaron de la manera más cruda y nunca más lo quiso ver. El hombre intentó por todos los medios reunirse con él durante los años posteriores, pero no lo logró. El último intento telefónico, sin éxito, fue en 1992, y meses más tarde Rey murió. Desde entonces el cantante empezó una incansable búsqueda de su madre, que hoy tendría 70 años. Las teorías son infinitas y él nunca perdió las esperanzas. Sin embargo, pese a contratar a los más prestigiosos investigadores, de poner sus millones a disposición de la búsqueda, nunca logró dar con su paradero. “Mi madre sigue siendo lo que más me duele”. Una herida abierta que no cierra, que no cicatriza pese al éxito cosechado. 

 

 

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