Sociedad

Vivir en China: costumbres y culturas diferentes

Vivir en Nanjing: "Miran con atrevimiento, te señalan y te sentís diferente.

Miércoles 22 de Enero de 2020

13:28 | Miércoles 22 de Enero de 2020 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

De niño, Diego Trenado fantaseaba con ingresar a un estadio de fútbol por el pasillo de los jugadores y sentir el fervor de la hinchada aclamándolo. En aquellos tiempos de ensoñación su cuerpo era capaz de percibir la adrenalina tal como si estuviera allí, rodeado de una masa apasionada, unida por el equipo amado. "Algún día lo lograré", se decía con firmeza, convencido de que con empeño los sueños podían convertirse en realidad.

Para Diego, un cordobés orgulloso de su país y su provincia, Talleres - el equipo tatuado en su alma - siempre había formado parte de sus metas y su identidad. Fue así que, durante su infancia y adolescencia, dedicó sus días a un deporte que le significaba mucho más que una actividad popular: equivalía a ardor, pasión, felicidad extrema, lágrimas compartidas y un espacio de esfuerzo incansable.

Los años pasaron, y aunque su sueño no había perecido, el joven tuvo que afrontar ciertas dificultades propias de la vida, piedras que suelen entorpecer el camino y que desafían al humano al punto de hacerlo dudar, e incluso flaquear hasta rendirse a una existencia alejada de sus más íntimos deseos. Pero Diego no quería conformarse con menos, ¿por qué hacerlo?

"La situación económica en Argentina y las posibilidades de desarrollo profesional estaban muy limitadas e imaginé que España podría darme las oportunidades laborales y personales que mi tierra de origen no podía", rememora, "Hasta entonces irme no estaba en mis planes, aunque tenía hermanos viviendo allí. Pero comprendí que el exilio también estaba en mi sangre, y en mí creció una certeza: necesitaba descubrir el mundo más allá de la cancha de mi barrio. Pienso que, en cierto modo, también esperaba recuperar los pasos de mi padre, Joan, de familia catalana exiliada por la guerra civil y la dictadura, o bien de mi madre, Teresa, de familia italiana".

Diego despertó una mañana convencido de que existían otros caminos capaces adaptar los grandes sueños a la realidad. Tal vez fuera tarde para convertirse en aquella estrella de fútbol de sus fantasías, pero no por ello debía resignarse. Ya no anhelaba convertirse en jugador y ante él emergió una nueva lucha, otra posibilidad: ser entrenador.

Emocionado ante el mundo que se abría ante él, el joven partió a Madrid, una ciudad que se convertiría en su segundo hogar y en la que creyó que se quedaría de forma permanente. Pero la vida tenía otros planes ajenos a su universo conocido, que incluían un destino absolutamente inesperado.

Hacia un nuevo hogar

Arribó a España ilusionado, aunque colmado de sensaciones contradictorias. La tristeza impregnada en su ser era una compañera inevitable, no sabía cuándo volvería ver a su amada Córdoba, a su madre y a sus amigos de toda la vida; el camino, de pronto, surgió vertiginoso.

"Pero el entusiasmo y las ganas pudieron vencer los miedos", cuenta con una sonrisa, "Cuando llegué a Madrid un horizonte inmenso abrió sus puertas. El primer impacto siempre es fuerte, pero aquel lugar tenía mucho más en común con Argentina de lo esperado, entonces rápidamente pude sentirme como en casa. Además, mis hermanos y sus amistades fueron de gran apoyo en esos primeros momentos".

Diego comenzó a ganarse la vida trabajando como personal de mantenimiento de hoteles, primero en un puesto ayudante y años más tarde, gracias a su capacidad de aprendizaje, en la posición de segundo jefe de mantenimiento para un reconocido hotel. Su pasión, sin embargo, era su prioridad y para mantenerla viva los fines de semana arbitraba en campeonatos municipales para jóvenes, y por las noches estudiaba de forma profesional el deporte, en la Federación Española de Fútbol (UEFA). Dos años más tarde recibió el título de entrenador y adquirió asimismo la especialización de entrenador de arqueros. Con cada paso que daba y cada logro conquistado, Diego se hallaba más cerca de cumplir aquellas ambiciones con las que soñaba desde niño. "Y en Madrid empecé a bailar en una pequeña academia en el barrio de Carabanchel. Allí conocí a la que se convertiría en mi esposa, Nerea".

Con ella, Diego supo que era tiempo de volver a la Argentina, necesitaba en el alma respirar por unos meses el aire cordobés y abrazar a su madre, a quien extrañaba mucho. Al retornar a España los planes a seguir parecían claros: su mujer comenzó a estudiar dos másteres y él se dispuso a retomar su antiguo trabajo en el sector hotelero. "Pero apenas aterricé en Madrid me llegó una oferta inesperada que me cambió la vida y, por extensión, la de Nerea. Me ofrecieron un puesto de trabajo como entrenador en una academia de fútbol en Nanjing, una ciudad al este de China totalmente desconocida para mí. Tras muchas dudas decidí aceptar la oferta".

Otros hábitos, otras costumbres

Con el paso de las semanas las miradas extrañadas en espacios como el subte, la calle o en los mercados, no cesaron. Diego asimiló con nitidez aquel rasgo tan humano de experimentar miedo a lo desconocido, y decidió optar por el camino de la aceptación hasta acostumbrarse a ser aquel objeto de curiosidad y, por momentos, hasta de desconfianza.

Ese, sin embargo, no fue su único desafío cultural. Los olores, tan fuertes, le resultaban impresionantes, así como los barrios atestados de gente comiendo en la calle a un ritmo peculiar y en situaciones de escaso contacto. "Para mí fue muy impactante observar sus movimientos corporales y la manera de saludarse. No lo hacen con la mano, y mucho menos con un beso, sino simplemente con la palabra y un sencillo gesto con la cara. El contacto físico casi no se ve, y menos cuando no hay confianza".

Por otro lado, tanto en Argentina como en España, Diego acostumbraba a manejar horarios distendidos, más bien tardíos, con pausas de mediodía y noches extendidas. Indudablemente, adaptarse a los nuevos hábitos en relación a los tiempos y las comidas en Nanjing significó otro reto titánico. "Las jornadas comienzan pronto, la hora del almuerzo es a las 11:30 y la cena a las 17:30. La dieta, todo un tema en sí mismo, también se manifestó compleja para mis costumbres alimentarias. La carne tiene una presencia muy simbólica en la gastronomía china, suplantada por tofu, seitán y mucha variedad de algas".

 

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