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Ocurrió horas después de conocerse el acuerdo logrado con los acreedores privados para reestructurar más de 60.000 millones de deuda externa
Sábado 08 de Agosto de 2020
09:15 | Sábado 08 de Agosto de 2020 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
Alberto Fernández se comunica con Francisco a través de sus mails personales o por línea directa a Santa Marta. El Presidente y el Papa son amigos, y comparten la mirada respecto al capitalismo y su influencia en las diferencias económicas que se observan alrededor del mundo.
Esa comunión de ideas fue clave al momento de diseñar la estrategia para negociar con los bonistas de Wall Street, y así lo reconoció Alberto Fernández en la comunicación que mantuvo con Francisco a pocas horas de anunciarse la reestructuración de la deuda por más de 60.000 millones de dólares.
Alberto Fernández estaba en Olivos y Francisco en Santa Marta. La llamada duró cerca de quince minutos. Y ademas del agradecimiento presidencial, se analizó la situación de la Argentina y la agenda global.
El primer movimiento para iniciar las negociaciones con los acreedores privados sucedió durante una conversación reservada que mantuvieron Alberto Fernández y Francisco a fines de 2019. El Presidente pidió referencias al Papa sobre Martín Guzmán, y los comentarios desde Santa Marta fueron determinantes para que el discípulo de Joseph Stiglitz jurara como ministro de Economía.
El respaldo de Francisco a Guzmán también fue clave en la relación personal y política que ató con Kristalina Georgieva, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Antes de suceder a Christine Lagarde, por pedido de Alberto Fernández, la futura directora gerente recibió en Washington a Guzmán, que aún residía en Nueva York y daba clases en Columbia.
Desde la cita reservada en DC, Georgieva y Guzmán se tienen respeto mutuo. Al punto que ella pidió el celular presidencial, y Guzmán no dudó en pasar ese contacto que es casi un secreto de Estado. Con ese número, la directora gerente chateó con Alberto Fernández y lo felicitó por el acuerdo con los fondos de inversión.
Pero Francisco no sólo actuó como garante de Alberto Fernández y Guzmán. En cada diálogo con jefes de Estado, el Papa abogó por Argentina y solicitó la colaboración institucional en medio de la negociación con los bonistas, que hacían lobby en Washington para ablandar al Presidente y su ministro de Economía.
En este contexto, y para que no quedaran dudas del compromiso de Francisco, aún recuerdan en Olivos el seminario que organizó para tratar la crisis de la deuda externa y su impacto en la economía del siglo XXI. Fue en esa oportunidad que Georgieva y Guzmán cenaron en Roma y bosquejaron una hoja de ruta que iniciaba con los acreedores privados y ahora continuará con el FMI.
Sin embargo, el Presidente y el Papa saben que habrá una época de distanciamiento formal, aplacado por algún mail que partirá de noche desde Santa Marta u Olivos. Son expertos en el manejo del poder, y un combate ideológico de coyuntura -la aprobación del aborto- no abrirá una zanja infranqueable entre ellos.
En 2022, un año sin elecciones, es posible que el Papa llegue a la Argentina. Le prometió la visita al Presidente, que trata de no ilusionarse. Francisco extraña el ruido de Buenos Aires, y se siente cómodo con Alberto Fernández. Un condición que no tenía en los gobiernos anteriores, peronistas o no.
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