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Su existencia estuvo marcada por el dolor de una infancia violenta y el abandono de su padre que reapareció en el ocaso, dejando una intriga fatal
Sábado 19 de Septiembre de 2020
11:45 | Sábado 19 de Septiembre de 2020 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
“Sabes, la gente está sola y como puede se consuela”. En 1989 Mia Martini conmovió al Festival de San Remo con “Almeno tu nell’universo” y esa frase, desprendida de esa canción triste y amorosa, hablaba tanto de ella como de la gente que intentaba describir. Las ausencias fueron una constante en su vida repleta de altibajos y su final, lleno de oscuridad, una consecuencia de todo aquello. Hace 73 años nacía Mia Martini, la artista que murió en la víspera de Eurovisión, el festival que le dio fama y prestigio, como una paradoja de lo que fue.
Ya era una estrella cuando decidió trasladarse a Cardano al Campo, un pueblo en la provincia de Varese, que en la actualidad no habitan más de 15 mil habitantes. Mia Martini quería estar cerca de su padre, a pesar de todo, y almorzó con él antes de que dejara de saberse de ella. La cantante italiana que había grabado 17 álbumes, llegó a ganar 5 discos de oro, y tres veces fue destacada por la crítica en San Remo, tenía que ensayar para el Festival de Nápoles. Era primavera en el pueblo y Mia volvió a casa, pero nunca más salió. Murió el 12 de mayo de 1995 y su cadáver fue encontrado dos días después. Ella estaba sola y sin consuelo.
Los interrogantes no cesaron. Su hermana menor, Loredana Bertè, también cantante, declaró que cuando vio el cuerpo de su hermana antes de despedirla notó que tenía moretones, como si hubiera sido golpeada. Loredana culpó a su padre hasta el final y en su propio libro autobiográfico (“Traslocando”, editado en Europa en 2015) lo describió: “Mi padre era violento. Quería un hijo y detestaba las niñas. Hizo cosas horribles que no he olvidado. Masacraba de golpes a mi madre, incluso embarazada, hasta hacerla abortar. A mi hermana la tiró por el balcón por una mala nota de la escuela. Cuando mi madre no le permitía relaciones, venía a nuestra habitación de niñas para masturbarse, mirando a mi hermana”.
Loredana le dijo a la TV italiana que el cuerpo de Mia fue cremado demasiado pronto y que no se respetó su último deseo: que esparcieran sus cenizas en Calabria, donde había nacido. Su hermana tampoco entendía por qué había elegido estar cerca de su padre, quien había sido su agresor en la infancia. Pero Mia sabía perdonar, aunque no le rogaran, como le perdonó a la industria su mote de yeta. Aunque la mala suerte había sido, siempre, toda para ella.
Nació bajo el nombre de Domenica Rita Adriana Bertè en Bagnara Calabra, en la provincia de Reggio Calabria, el 20 de septiembre de 1947. Fue la segunda de cuatro hijas, tres años mayor que Loredana, la otra cantante. Con el mote de Mimì, pasó sus primeros años en Las Marcas por el trabajo de su padre Giuseppe Radames Bertè, que era maestro de latín y griego. Su madre era maestra de primaria.
La violencia y los malos tratos eran moneda corriente en esa casa de apariencia tranquila y culta, pero antes de que estalle todo por el aire, su padre se marchó. El abandono fue un estigma por aquellos años, algo que pudo haber influido en esa especie de reconciliación tardía con esta persona que quería y tanto la hizo sufrir.
Una vez absuelta de culpa y cargos por la justicia italiana, la cantante decidió volver convertida en Mia. El productor Alberigo Crocetta comenzó a trabajar con ella y le sugirió cambiarse el apellido: Martini sonaba cien por ciento italiano. Los 70 la encontraron recorriendo festivales, grabando discos, convirtiendo en propias canciones que otros escribían para ella. Europa la amó y Eurovision la consagró en 1977 con “Libera”. Esta canción se destacó por ser particularmente disruptiva, hablaba de la libertad femenina. Mia Martini ya no era la chica yeyé, se había convertido en una mujer moderna: “Libre para intentar, libre para ser madre. Pecar o no pecar y pagar yo misma. Libre como el sol, libre como el mar”.
Empoderada como artista y mujer, no pudo timonear su relación sentimental y profesional con Ivano Fossati y salió lastimada. La angustia de las idas y vueltas con esta pareja la afectaron directamente a la garganta y no pudo cantar por un año. Finalmente llegó a San Remo en 1982, con la canción “E non finisce mica il cielo” (“El cielo no se acaba ni un poquito”), escrita por Fossati. Allí consiguió el premio de la crítica y luego, las calumnias. Después de un show, su banda decidió volver en auto a Roma, aunque había reservas de hotel para todos. Esa noche, los músicos sufrieron un terrible accidente y murieron. A partir de entonces, en el ambiente musical se empezó a correr la voz de que trabajar con Mia traía mala suerte.
Esa noche la puso de vuelta en el foco, vendió 100 mil discos que contenían ese tema y volvió a San Remo en 1990. Siguió grabando, cantó con su hermana Loredana “Stiamo come stiamo” (“Estamos como estamos”) y juntas lograron limar asperezas y unirse en el escenario de San Remo 1993: Loredana avasallante, rockera, Mia melancólica, blusera. Martini siguió cantando, las cosas estaban mejor, pero la muerte la encontró en 1995, o quizá ella la fue a buscar. Su hermana la recuerda siempre que puede y la canción que cantaron juntas la mantiene siempre presente: “Los pensamientos sin ataduras duran tanto como dura esta eternidad. Somos como si somos, usados de segunda mano, con una oscuridad total en el corazón”.
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