Farándula

Rocío Oliva cuenta su verdad: cómo conoció a Maradona, la separación y los millones en juego

La panelista de Polémica en el bar fue pareja del astro. Treinta años menor, habla del último llamado y de cómo el Diez le anticipó lo que pasaría en su velorio

Miércoles 27 de Enero de 2021

185215_1611771022.jpg

16:05 | Miércoles 27 de Enero de 2021 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

Fue hace diez años, en enero del 2011, en Mar del Plata. Rocío Oliva tenía 20 cuando conoció a Diego Maradona en la entrada del Hotel Hermitage. “Había ido con una amiga a ver el Superclásico de verano. Eramos jóvenes y fuimos sin reservar un lugar para dormir. La ciudad estaba colapsada y después del partido no teníamos dónde pasar la noche. Entonces mi amiga llamó a un amigo que era manager de Pimpinela, que acababa de dar un show en la playa, y le preguntó si sabía de algo. Él nos dijo que estaban en el Hermitage, que en un rato dejaban la habitación y que podíamos usarla para pasar la noche”, rememora Rocío a Teleshow, y se anticipa, decidida a “contar las cosas como fueron y no como muchos inventan”.

Maradona estaba Mar del Plata para jugar el Indoor Show, un partido de fútbol rápido y techado. “Yo no era su fan. Diego estaba muy asociado a Boca; yo soy hincha de River. A nosotros, y sobre todo en ese entonces, no nos gustaba que declarara tanto contra River. ¡Diego era demasiado bostero!”, apunta Rocío. Y sigue: “De pronto, mientras esperábamos al manager de Pimpinela para que nos haga pasar al cuarto, la gente se empezó a agolpar porque venía Maradona. En el tumulto, mientras avanzaba, Diego me ve y me guiña el ojo. No pensé que fuera a mí. Pero al ratito vino un chico a buscarme y me preguntó si yo era ‘la rubia de camperita azul que estaba en la entrada’, porque Diego había preguntado por mí”.

La propuesta fue ir a sacarse una foto con El 10 y las chicas no dudaron, porque la amiga de Rocío era hincha de Boca. “Subimos. Nos estaba esperando en la puerta de la habitación y nos hizo pasar a un lobby de ese piso. Estaba con amigos que se fueron yendo y nos quedamos charlando los dos solos hasta que salió el sol. Le conté que había ido a Mar del Plata en un Fiat 147 y se rió. Estuvo súper caballero. Esa noche no quiso darme un beso en ningún momento. ¡Cero! Pero se quedó tres días más… Y entonces sí arrancó con el coqueteo, y empezó todo”, recuerda la panelista de Polémica en el bar, el programa que produce Gustavo Sofovich para América.

—¿Te enamoraste de una?

—No. De hecho, cuando me fui del hotel me dijo que nos íbamos a volver a ver y le contesté que no hacía falta; que había estado todo divino. Pero me miró a los ojos y me dijo que nos íbamos a volver a ver. A los 15 días me llamaron para decirme que se iba a Madrid a visitar a Benja, su nieto (el hijo de Gianinna Maradona), que había pensado en mí y que quería que fuera. Yo nunca había viajado lejos. Volé hasta allá y estuvo todo bien. Me dijo que se había enamorado de mí, que nunca le había pasado algo así, pero que tenía cosas personales para resolver en Buenos Aires. Me despedí y durante dos años no supe nada de él. Si escuchaba algo por la tele, prestaba atención, pero hacía mi vida. Y cuando les contaba a mis amigas todas me decían: “¿Sabés a cuantas mujeres les habrá dicho lo mismo?”. Pero yo sabía que era sincero. Me lo había dicho agarrándome las manos y con los ojos vidriosos.

—Y cuándo te buscó de vuelta, ¿sí te enamoraste?

—Al principio, mientras estábamos en Dubai, cada vez que me preguntaba si estaba enamorada yo le decía que no. “Acordate: te vas a enamorar”, me advertía. Hasta que un día me di cuenta que me había enamorado. Pero me llevó tiempo. Es que nunca nadie me había tratado así.

—¿Por qué te separaste?

—Me separé enamorada… Cuando era chica me gustaba vivir afuera, pero llegó un momento en el que quise hacer otras cosas. Mis amigas envidiaban mi vida en Dubai, pero yo extrañaba mi independencia. Después de mi experiencia creo que una relación sana es eso: que cada uno tenga su independencia. Somos novios. Entras, salís… “¿Cómo te fue en el trabajo?”; “¿Qué te pasó de bueno?”; “¿Qué te pasó de malo?”. Yo no podía tener eso. Yo tenía esto de estar 24 horas ahí… Me decía: “Yo no quiero que hagas nada porque a vos no te falta nada”.

—Lo tóxico de Diego venía por esos celos y ese dominio del otro…

—Claro. Yo quería crecer como persona, trabajar. Cuando me fui a vivir a Dubai jugaba al fútbol en River y dejé mi pasión; lo que más me gustaba. Me pasaban los años… Se me pasaba la vida al lado de Diego.

—¿Sentías eso?

—Claro. Yo miraba y decía: “Me voy a parar un día, voy a mirar hacia atrás y voy a decir, ‘Bueno, bárbaro, acompañé a Diego y estuve a su lado y fuimos felices tantos años…'”. Ponele que hubiese estado con él hasta hoy, diez años… Iba a mirar hacia atrás e iba a decir: “¿Qué hice durante toda mi vida?”.

—Para muchas personas ser mamá hubiera sido “hacer algo” con tu vida. ¿Tu realización personal no pasaba por tener un hijo?

—No, para nada. Ni con él ni con nadie. La realización de una mujer pasa por superarse. El hijo se puede dar en una relación de años y con una consolidada como persona. Yo nunca lo estuve como para tener un hijo.

—Además, Diego no quería tener más hijos… ¿O a vos te pidió tener uno?

—Lo hablábamos… ”Si llegamos a tener un hijo va a ser crack: zurdo, futbolista, lindo”. Porque él decía que yo era linda. “Y va a tener una genética”, agregaba. Era mi decisión. “Yo te daría un hijo”, me decía. ”Por mí… ya estoy grande”, aseguraba. Aunque yo conocí un Diego con energía y activo, pero yo tenía veintitantos años… Claro que me encantaría ser madre, pero hay tiempo. En ese momento estaba en otra… La última vez que lo fui a ver por una posibilidad de estar en un programa deportivo, ya separados, me dijo que no lo hiciera, que yo tenía lo que necesitaba. “Ah, listo Diego: no entendiste nada”, le contesté. Así pensaba él y así pensaba yo.

—Fuiste la primera mujer que se le plantó y le dijo: “Voy a trabajar”.

—Sí… Y seguramente se me abrieron puertas por ser su ex, pero después me quedo en el medio por cómo trabajo. Ahora voy a estudiar periodismo. Es que yo siempre quería hacer cosas y Diego me decía a todo que no. La única manera que encontré para trabajar de lo que quería fue separándome.

—¿Por qué sentís que nunca se generó un vínculo con Dalma y Gianinna? Eras la novia del padre. En otras familias se da con naturalidad.

—Antes de que nos fuéramos a Dubai la relación era cordial, hasta buena onda. Pero en el camino pasaron cosas... También con su ex novia (por Verónica Ojeda). La verdad es que no tengo una explicación a eso.

—¿Por qué crees que para muchos sos “la mala” de esta historia?

—Es fácil pegarme porque estoy en los medios. Digo algo, me contestan, contesto, y así sucesivamente. Pero cuando no pude entrar al velorio me pregunté: “¿Por qué? Si fui la última mujer de Diego...”. Estuve siete años al lado de él. Y hasta hace menos de un año estábamos juntos. Hasta hace unos meses yo lo iba a ver, lo llamaba…

—Él seguía pidiendo por vos…

—Sí, y creo que si una persona pide por la otra es porque le hace bien. Yo llegaba y abría la ventana, salíamos a caminar… Era la única a la que no le podía decir que no. Quizás esas sonrisas que yo le sacaba… Fíjate que nos separamos y él no se enojó conmigo; seguimos siendo amigos.

—¿Te sentís señalada por los que dicen que se dejó morir porque vos al final no lo veías? Esa acusación es pesada…

—No. Nadie muere por amor. Los problemas de Diego eran otros. La última vez que se lo vio en la cancha de Gimnasia estaba muy mal. Y por suerte están estos llamados que le hice a Claudia, a Gianinna y a Dalma para decirles: “Por favor, quiero estar si me necesita”. “Sí, pide por vos. Te vamos a llamar”, me contestaron.

—¿Y…?

—Nunca me llamó nadie.

—Ni tampoco entraste al velorio. ¿Qué sentiste ante eso?

—Estaba desesperada por verlo. Me acuerdo que estaba acostada en mi casa y mi mamá me dice: “Mirá, Ro, dicen que a las seis de la mañana van a cerrar el cajón”. Miré la hora y eran las dos y media de la mañana. “¡Vamos! Acompañame”, le pedí. Me bañé y salí. En el camino llamé a una hermana (de Diego Maradona) y le pregunté por dónde había que entrar. Después llamé a otra y me dijo que estaba todo bien, que dijera en la entrada mi nombre y mi apellido. Pero cuando llegué, vi que el resto pasaba y que a mí me hacían esperar. Habré estado dos horas afuera. Ahí supe que algo pasaba…

—Te quedaste afuera. Pero más allá de por qué pasó eso, a mí me gustaría saber qué sentiste vos por no poder velarlo.

—No sé decirte con palabras lo que sentí… Pero sentí como un manoseo que decís: ”¡Estamos todos locos! No es el momento ni es el lugar”. (Se quiebra) Después la gente que me veía o me mandaba mensajes me decía: ”Lo que pasa es que eras demasiado importante en la vida de Diego. Si hubieras sido una noviecita, pasás. Te quedás toda la noche si querés. Pero como eras importante...”. No era linda la imagen: la última mujer de Diego entra, le da un beso y se despide. Que era lo que quería hacer yo. Despedirme e irme… Así que no sé. Ese dolor no… Pero ya está. Me da tranquilidad saber que este tema lo he hablado con Diego muchas veces. “El día que a vos te pase algo, imagínate yo…’” le decía. No quiero contar mucho detalle, pero muchas cosas de las que pasaron en el velorio él ya las sabía… Era un adelantado: “Ese día, ¿sabés cuantas personas van a estar que yo no…?”. Y bueno. Me parece que fue un poco así.

—Habrás hecho tu despedida íntima, además de la de las redes…

—No posteo mucho, porque tanto Diego como mi papá no lo van a ver. Yo ahora quiero hacer mi vida. Diego deseaba que yo hiciera mi vida. Me decía: “Flaca, vos tenés todo para ser feliz. Pero búscate un hombre que te ame de verdad y que no esté con vos porque hayas estado con Maradona… Y vas a ser una gran madre. Sos una gran mujer”. O sea. Esas cosas ¿quién me las saca? (Llora) Nadie. Es mío. Son cosas mías con él. Videos, fotos, cartas… Tengo tantas cosas.

—¿Cartas manuscritas?

—¡Manuscritas! Todo el tiempo. Nos tomábamos un avión: primera de Emirates. Yo lo miraba: estaba escribiendo. Me tiraba la carta por un sobrecito, adonde yo estaba. Yo la leía y daba la vuelta. Lo abrazaba y me decía: “Quédate acá”. Teníamos esas cosas. Nos reíamos mucho. Fui muy feliz con él y él conmigo.

—¿Me explicás qué pasó con las tarjetas de crédito y cómo funciona la compensación económica?

—Estuve con Diego durante siete años y tuve la extensión de su tarjeta. ¿Qué tipo no quiere dejarle algo a su mujer para que viva bien después de separados? Sobre todo si puede hacerlo… Una vez que te separás, tenés seis meses para pedir la compensación económica. Es una ley nueva. Antes las mujeres se separaban y si no se habían casado, ni habían tenido hijos, no podían reclamar nada. Estabas con alguien 15 años, te separabas, y te ibas con una mano atrás y otra adelante. Lo hablé con Diego… Ya separados, vimos juntos por la tele que decían que yo había pedido 6 millones de dólares, ¡y se reía! Porque cuando el todavía estaba en Bella Vista yo pasaba a visitarlo al mediodía.

—¿Se reía?

—¡Sí! Es que nos seguíamos viendo después de separados. Cuando entrenaba a Gimnasia yo tenía que estar en su casa a las 8 de la mañana porque sino, no iba a entrenar. Me dijo que aceptaba dirigir Gimnasia con la condición de que yo lo acompañara. Entonces agarré el rol de manager de las chicas de fútbol. Él pasó los horarios de entrenamiento de los varones para la tarde, entonces almorzábamos juntos y nos íbamos a entrenar. De eso me dejaba trabajar, porque me podía mirar con un ojo. Pero en un momento yo renuncié, y esos últimos seis meses en los que yo no lo acompañé, Diego habrá ido al entrenamiento una vez por semana. Después iba solo a los partidos...

—¿Vos decís que no estando juntos se dejó estar? Eso te pone en un lugar difícil…

—Pongámoslo al revés: ¿qué hubiera pasado si a Diego le pasaba esto y yo hubiera estado en su vida? Hace un año que no estoy con él y me siguen señalando… ¡por todo!

—Volvamos a la compensación: ¿aceptó la idea?

Veía el televisor con eso de los 6 millones y me decía: ‘Flaca, ¡no le doy 6 millones ni a Jennifer López!’”. ¡Se reía! Igual, yo le aclaraba que nunca había pedido eso. Y cuando fui a la primera audiencia en el Juzgado de San Miguel, le avisé. Entonces me ofreció que fuera con su gente de seguridad, por si había cámaras. Eso hice. Estaban Ana Rosenfeld, y su abogado, del estudio de (Matías) Morla, llegaba tarde. Entonces me llamó y me pidió poner el teléfono en altavoz ya en la sala de audiencias. “Hola, señor Juez. Yo no puedo estar hoy ahí pero mi abogado está llegando en unos minutos”, avisó. El juez se reía y no entendía: “¿Pero ustedes están juntos o separados?”. Eso era Diego.

—Es decir que aceptó el final de la relación.

—Desde el día en que tomé la decisión de separarme de Diego, te juro por mi padre que nunca me llamó para decirme: “No. ¡¿Cómo!? ¡Vení acá!”. Me decía: “Te merecés ser feliz”. Diego no era tonto: nos llevábamos 30 años, en un momento eso se nota. Entonces yo le decía: “El día de mañana voy a venir de novia, te voy a contar que me voy a casar, ¿y vos vas a estar…?”. “Contento. Si es un buen hombre, voy a estar contento”, me contestaba. “¡Pará!”, le contestaba yo. “¿Cómo es eso de que me lo tenés que aprobar?”, le decía y se reía. Te diría que un punto era…

—Parte del juego.

—No sé si no rozaba el… No sé cómo decirlo… Que Diego se sentía hasta papá, por momentos. Por mi edad…

—Bueno, eso siempre estuvo instalado… Porque además vos habías perdido a tu papá de chica.

—Exactamente. Pero mucho más no cuento porque estoy escribiendo… No sé si hay que mirarme como una pendeja que le gastó la tarjeta. ¿Porque no me casé? ¿Porque no tuve hijos? Esa mirada atrasa. Y sí, tuvimos un montón de peleas. Yo tengo mi carácter y él tenía el suyo. Pero fueron al comienzo de la relación. Él tenía mucha energía y yo no entendía muchas cosas... Pero en los últimos años no hubo ni un si ni un no.

—¿Cómo volvieron después de las denuncias de robo y de violencia? No son acusaciones livianas.

—En el “mundo Maradona” existen. ¿Cuantas acusaciones de ese tipo hizo Diego? Acusó a Rocío, a “Marta”, a todas y a todos.

—Vos lo acusaste por violencia.

—Es que siempre el grito rozaba lo violento. Pero, ¡qué decirte…! No te digo que era parte de la normalidad, pero son cosas que en el “mundo Maradona” son normales. Lo bueno es que salí ilesa.

—Pero supongo que ahora te das cuenta de que eso no es normal, que no está bien…

—Totalmente. Yo no discuto ni con el que voy a comprar el pan.

—¿Cuándo lo viste o hablaste por teléfono por última vez?

—Antes de que se decretara la pandemia. Desde ese día no lo vi más. De hecho estaba en la puerta del country y no me dejaron entrar. La última llamada me la acuerdo bien. Fue hace unos meses… Me la guardo para mí, pero hablamos de todo. ¡Tengo sus audios! No quiero que nunca en mi vida se borren de WhatsApp. No sé cómo tendría que hacer para conservarlos siempre. Cuando se fue a vivir a La Plata, en junio, en plena pandemia, no pude hablar más.

—¿Por qué?

—Porque ahí siempre depende de quién esté... Recién lo vi por tele el día de su cumpleaños, en la cancha de Gimnasia. Siempre digo que nunca antes lo había visto ni resfriado. “Nos vas a enterrar a todos”, le decía. Nunca lo vi entregado. Pero ese día, por tele, no lo reconocí. Fue como ver a Don Diego… Ojalá descanse en paz. Y todo lo de la sucesión se solucione con la menor cantidad de gente herida. Ojalá de una vez por todas se termine este tema. Aunque claro que a Diego le gustaba que hablaran de él, que lo recuerden. Más de una vez se estaban matando sus ex por la tele, me incluyo, y él estaba así (hace el gesto de alguien absorto frente al televisor).

—¡Pochoclos!

—Y, sí... ¿Qué te voy a decir? Acá no hay viudas. Estaba solo y así murió.

—¿Sentís que murió solo y abandonado?

—A ver… Desde el lado médico, creo que si había una ambulancia por ahí lo podían salvar. Pero también sé que estaba negado… No sé de medicina como para saber cuál hubiera sido la solución. El tema es que se entregó. No se por qué. Ahora que lo pienso, quizá no pude entrar al velorio porque no quería que lo viera así, entregado (llora). Era un tipo muy fuerte. Yo lo admiraba por eso. Se ponía una meta y bajaba 20 kilos. Vivía poniéndose objetivos. ¡Quería ganar hasta cuando jugaba a las bolitas! No sé por qué se abandonó.

 

 

<

Top Semanal

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR

LOCALES

NACIONALES

INTERNACIONES

DEPORTES

SOCIEDAD

FARÁNDULA