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Algunas cosas comparten: apelar al nacionalismo, por ejemplo, o la crítica feroz, algunos dirían populista, de las élites que gobernaron a sus países hasta ahora.
Viernes 31 de Enero de 2025
15:15 | Viernes 31 de Enero de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
Es difícil pensar en un momento durante la larga y turbulenta historia que comparten México y Estados Unidos en el que sus líderes fueran tan distintos como ahora.
Claudia Sheinbaum, presidenta de México, y Donald Trump, presidente de Estados Unidos, representan todo lo que no es el otro.
Ella, que empezó su carrera en la academia, es científica, de temple sereno y métodos rigurosos. Él, en cambio, armó su figura en la televisión, cuestiona la ciencia y usa la sorpresa como herramienta de la política.
"No se me ocurren dos personalidades más diferentes", dice Michael Shifter, analista y presidente del Diálogo Interamericano, un centro de pensamiento en Washington. "Y ninguna parte tiene la opción de evadir a la otra, están obligados a tratarse, porque hay mucho en juego".
Algunas cosas comparten: apelar al nacionalismo, por ejemplo, o la crítica feroz, algunos dirían populista, de las élites que gobernaron a sus países hasta ahora.
Ambos también están empezando su gobierno: casi la totalidad de sus mandatos serán compartidos. Y ninguno —él en 2028 y ella en 2030— podrá ser reelecto.
A la ecuación se añade que Trump, el presidente del país más grande, llega al poder con una agenda agresiva contra los migrantes, la mayoría de los cuales son mexicanos, y con el cometido de presionar a México en sus cruzadas contra el tráfico drogas y el comercio.
Hasta ahora Sheinbaum ha combinado su reacción a Trump con llamados a la calma, preparación en la gestión de riesgos y una vehemencia controlada, sin adjetivos fuertes.
"Por supuesto no estamos de acuerdo", dijo, por ejemplo, cuando Trump anunció redadas a migrantes en iglesias y escuelas.
Y cuando el mandatario dio a conocer su intención de cambiar el nombre del Golfo de México a Golfo de América, su homóloga, la profesora Claudia, respondió con una clase de historia en la que concluía que Estados Unidos, al haberse anexado parte de México en el siglo XIX, bien podría llamarse "América Mexicana".
Shifter añade: "Para México es la relación más importante y para Estados Unidos quizá también. Obviamente no será una relación fácil. Obviamente va a haber momentos de tensión y fricción".
Las diferencias ideológicas entre Trump y Sheinbaum son de toda índole, pero la oposición destaca especialmente en los tres temas urgentes de la relación bilateral.
En migración, por ejemplo, ella ha propuesto acoger a los migrantes internacionales con becas y bonos de asistencia social. Él, en cambio, los considera el principal problema de la economía de su país y los quiere expulsar con mano dura.
Sheinbaum no sólo contrasta con Trump sino también con Gustavo Petro, presidente de Colombia, quien, en respuesta a las deportaciones, emprendió de manera súbita una batalla retórica con Trump. Ella, por el contrario, ha criticado las medias sin generar grandes roces ni interrumpir la recepción de migrantes.
Luego está el tema económico. Mientras Sheinbaum ha propuesto un plan para revitalizar las industrias y promover la producción y exportación con inversión extranjera, Trump tiene un proyecto proteccionista, quiere aumentar los aranceles a las importaciones y es un escéptico del tratado de libre comercio que ambos países comparten con Canadá.
Y él amenaza con imponer aranceles a los productos que llegan de México y ella, serena, dice que no cree que vaya a pasar.
También hay una diferencia profunda en las maneras de ver las relaciones internacionales: aunque el antecesor y mentor de Sheinbaum, Andrés Manuel López Obrador, mantuvo una política exterior aislacionista y crítica de las instancias internacionales al estilo Trump, ella ha mostrado interés en volver al multilateralismo para atender temas como la migración.
Trump, en cambio, sacó a su país de la Organización Mundial de la Salud, del Acuerdo de París porque no creen en el cambio climático, es crítico de las Naciones Unidas y ha interrumpido casi toda la cooperación internacional que provee Estados Unidos.
El experto en comunicación política de la Universidad Autónoma de México Luis Ángel Hurtado encuentra algunas similitudes interesantes entre Trump y Sheinbaum: "Ambos usan los símbolos patrios y referencias del pasado glorioso de su país; Trump con el apogeo expansionista del siglo XIX y Sheinbaum con las transformaciones del país como la Independencia, las reformas liberales y la Revolución".
"Ambos, aunque de maneras distintas, también apelan a un sentimiento nacionalista con base en un país superior que deja a un lado el miedo y se plantea como superior", añade.
Shifter, por su parte, destaca las diferencias: "Trump es un líder transaccional, le encanta proyectar fuerza y mostrar victorias; no tiene disciplina, es impredecible, no le importan mucho la información y los hechos; y Sheinbaum es una tecnócrata, se toma muy en serio los datos confiables, es más estructurada y disciplinada".
Ella habla al menor volumen posible, entre largos silencios, con palabras precisas. Sus símbolos son ancestrales; enaltecen a los excluidos y a los héroes desconocidos, casi siempre mujeres. En su juramentación como presidenta destacaron maestras indígenas.
Él, por su parte, se juramentó rodeado de los hombres más ricos del mundo, todos representantes del patriarcado tradicional. Y parece gritar, hace de la pasión un elemento retórico y lanza acusaciones imprecisas, muchas veces falsas. Su aspiración es el poder, la riqueza; y si de alguien es devoto es los grandes gobernantes de vocación imperial.
Si Trump, el empresario inescrupuloso, surgió como una figura del capitalismo, Sheinbaum, la académica progresista, surgió como crítica de este. Si él viene de familia protestante y empresarial, ella de una judía e intelectual. Si él armó su figura en la industria del entretenimiento, Sheinbaum lo hizo desde el bajo perfil de una administradora pública que se fue convirtiendo en esencial para su movimiento.
La mexicana, de 62 años, tiene 15 menos que Trump, pero ambos dieron sus primeros pasos en la escena pública en los años 80: cuando ella era una estudiante de Física que protestaba contra el neoliberalismo y él, un heredero inmobiliario que organizaba ambiciosas inversiones de la mano de préstamos bancarios y astutas estrategias legales y tributarias.
Sheinbaum luego dedicó su investigación académica a los efectos del cambio climático, labor por la que ganó un Nobel de Paz. Mientras tanto, Trump creó su figura, entre otras cosas, alrededor del escepticismo hacia el calentamiento global.
Y está la cuestión de género: Sheinbaum es feminista declarada y defensora de las minorías sexuales, y ha hecho de los derechos de la mujer una de sus prioridades de gobierno, con planes de apoyo a las madres solteras y beneficios para las jubiladas sin pensión, entre otras.
Trump, en cambio, ganó esta presidencia con una defensa de la masculinidad y una crítica al feminismo y la cultura woke; es el líder de los que combaten el aborto, fue condenado por abuso sexual (cosa que él niega) y dijo que los únicos géneros aceptados en su administración serán el masculino y el femenino.
El contraste, pues, es de fondo. Pero también hay diferencias de método: si Trump es un hábil y agresivo negociador que utiliza la improvisación como arma política, Sheinbaum es una planificadora que usa el rigor, la minucia estadística y la gestión de diagnósticos y resultados como herramientas.
En la pandemia, cuando Sheinbaum era alcaldesa de Ciudad de México, la dirigente destacó por su apego a las recomendaciones de científicos: portaba tapabocas, gestionó la compra de vacunas en tiempo récord y desarrolló un premiado modelo epidemiológico para hacer seguimiento de los casos.
Trump, en cambio, desfinanció los centros de investigación epidemiológica, mostró escepticismo frente a la peligrosidad del coronavirus, sugirió usar desinfectante contra el virus y solo se le vio con un tapabocas hasta que, cuatro meses después del inicio de la pandemia, fue a visitar un hospital.
Entonces: incluso si en la práctica las dinámicas entre México y Estados Unidos siguen más o menos igual, 2025 dio inicio a una etapa inédita en las relaciones bilaterales por el antagonismo de sus dos mandatarios.
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