Sociedad

Eufemismos y el lenguaje de los cuerpos ante la noticia que más duele

Mientras hablaba el vocero de la Armada, los familiares se derrumbaban en el dolor.

Jueves 23 de Noviembre de 2017

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15:45 | Jueves 23 de Noviembre de 2017 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

Habla Balbi, el vocero de la Armada, eligiendo las palabras. Anoche habían armado una fórmula de dos términos que remitían a la verdad sin decirla: anomalía hidroacústica. Hoy amanecimos así, tratando de explicar el verdadero alcance del eufemismo.

Esta mañana las palabras buscan nuevas volteretas para acercarse, aún, un poco más. Esta vez se habla de un evento corto violento no nuclear. La fórmula no resiste a la primera pregunta. Sí, fue una explosión. Eso dice, al final, la Armada.

Mientras nos concentramos en un instante en un largo suspiro del vocero Balbi, que traga saliva, las pantallas partidas de los canales de noticias nos muestran a una chica de remera grisderrumbada, arrodillada, haciéndose un ovillo con alguien de buzo azul al que no le alcanzan los brazos para abrazarle el dolor.

La chica hunde su cabeza entre los hombros de su compañía. Cada tanto contrae y expande la espalda, como quien toma aire para volver a deshacerse en llanto.

Aquella imagen en Mar del Plata no necesita palabras. No hay nada que el vocero Balbi pueda decir ni que los periodistas puedan preguntarle para aclarar lo que está pasando más que la chica de la remera gris. Ella llora y lo aclara todo sin decir una palabra.

A la chica de la remera gris le siguen los abrazos de hombres grandes, gordos, rudos, que lloran como nenes. Un ancla inclinada sobre el césped de la base naval de Mar del Plata deja ver sólo su parte superior. Una cruz inmensa. Una cruz oxidada sobre los abrazos interminables.

Termina Balbi, agradece, se retira y Mar del Plata se vuelve furia.

"Son unos perversos que nos manipularon. No nos dijeron la palabra muertos pero ¿qué se puede entender?", grita Itatí Leguizamón, la esposa del oficial que manejaba los radares en el ARA San Juan.

Le preguntan si alguien les había prohibido hablar. "A mí nadie me va a prohibir nada. Yo soy abogada y voy a hablar todo lo que quiera. Si él ya no está qué me importa. Que se sepa todo. Son unos desgraciados perversos. Nos tuvieron acá una semana, ¿para esto?". Itatí pone su dolor en palabras. En las suyas, tan distintas, tan viscerales.

Entre la ansiedad y la confusión por entender lo que quieren decirles, los familiares oyen palabras como Embajador, Austria, Organización de Pruebas Nucleares, Unidades, Mapeos oincidentes.

Pero no pueden huirle al triángulo que los encierra en el estallido de sus emociones contenidas: Miércoles 15. 10.31 horas. Explosión.

Ya está. Digan lo que digan, sienten que ellos ya no pueden decir más nada. Sólo empezar a preguntar.

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