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Los orfanatos no están mejor que un país en el que es imposible conseguir pañales pero, al menos, se sirve en ellos un plato de comida caliente al día. La Comisión Interamericana acusa a Maduro de despreciar la democracia
Sábado 17 de Febrero de 2018
10:33 | Sábado 17 de Febrero de 2018 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
Aun cuando podría recordar a una muy decimonónica novela de Charles Dickens, la imagen de madres dejando a sus hijos pequeños en orfanatos es dolorosamente contemporánea: ocurre en Venezuela. Décadas atrás, la nación caribeña era envidiada por los inestables países de la región, pero desde hace un tiempo se ha precipitado en una crisis humanitaria que exhibe las heridas de un populismo pertinaz e irreductible.
Los orfanatos no están mejor que un país en el que es imposible conseguir pañales pero, al menos, se sirve en ellos un plato de comida caliente al día.
El reciente y voluminoso informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dedicado al caso venezolano es lapidario: la simple enumeración de la catarata de males allí consignados habla de una crisis humanitaria que sólo reconoce precedente en Haití, con escasez de alimentos y de medicamentos (el presidente Nicolás Maduro recomienda volver a las recetas de la abuela), encarcelamiento de opositores, tortura a presos políticos, homicidios como receta de pacificación, anulación del parlamento y otras anomalías que están produciendo una diáspora de la población, que a diario pugna por ingresar a Colombia o a Brasil.
Los migrantes trasladan sus miserias, en suma, a países fronterizos donde en el mejor de los casos les esperan campamentos de refugiados que aún no existen.
Es un drama digno de otros escenarios donde la profusión de guerras civiles y conflictos tribales y religiosos implosionó a regiones enteras. Pero en este caso sucede sólo por el empecinamiento de un régimen decidido a perpetuarse por la fuerza tras haber quebrado al país en aras del sueño imposible de todos los populismos: el gasto y la distribución de lo que no se tiene ni produce. Simple y a la vez brutal ejemplo que muchos aún se niegan a ver o convalidan con un silencio cómplice.
No es un dato menor que sea la CIDH la autora del impiadoso informe, ya que todos los progresismos de esta parte del mundo se han basado durante décadas en las intervenciones de ese organismo para señalar las prácticas más o menos liberales de no pocos gobiernos.
Sorprende, por cierto, que sean esos mismos sectores esclarecidos los que hoy parecen no tomar en cuenta a esta fuente a la hora de fijar posición sobre lo que es ya una clara crisis humanitaria y geopolítica. Hay silencios que son estruendosos.
El caso venezolano es un grave problema latinoamericano, mientras organismos como la OEA siguen empeñados en exhibir su impúdica ineficacia, lastrados por el peso de algunos miembros que siguen culpando al imperialismo por los males que ellos mismos generan: ninguno de los países limítrofes saldrá indemne de esta prueba, al cabo de la cual la sociedad venezolana habrá concretado su descenso a los infiernos de la mano de un grupo de funambulescos y corruptos dirigentes.
Entretanto, detalle que no deberíamos olvidar, el candidato favorito para las próximas elecciones colombianas es un progresista de claras simpatías chavistas.
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