Desde los 14 fue intimidada por la forma en la que se veía. Por ese motivo decidió cubrirse siempre con camisas de mangas largas y pantalones. Cuando cumplió los 20, comenzó a afeitarse.
La inseguridad de Leah le impidió acercarse a las personas, a tal punto que no tuvo su primer beso hasta los 27 años y evitó al dentista durante 12.
Leah ahora los acepta vistiendo escotes y faldas sin mangas con las piernas desnudas en público, sin preocuparse por lo que piensa la gente.
"Me di cuenta de que nunca me disgustó realmente cómo se veía el cabello. El problema no fue con el cabello, sino con la percepción que la gente tiene de él", aseguró.
Hoy Leah comparte en las redes sociales cientos de imágenes con orgullo.