Opinión

Esperando a Godot... o al nuevo plan económico

Viernes 17 de Enero de 2020

Esperando a Godot... o al nuevo plan económico

Por Walter Graziano

Samuel Beckett fue un irlandés a la vez original y genial. Una de sus obras cumbres, “Esperando a Godot”, es considerada una de las obras maestras del llamado teatro del absurdo. En esa tragicomedia en dos actos, dos personajes de procedencia y pasado imprecisos se encuentran a la vera de un camino campestre para esperar a un tal Godot, del cual al espectador no se le informa nada de nada. Ni quién es, ni qué hace, ni mucho menos por qué “Didi” y“Gogo”, los dos personajes principales, deciden esperarlo en ese lugar, en ese momento y juntos. Algo similar ocurre hoy con quienes analizamos la economía y con los operadores de los mercados: esperamos a Kulfas, a Guzmán o a quien sea. Esperamos la aparición de un plan económico que nos garantice cierta dosis de estabilidad monetaria y un buen crecimiento económico. La espera –al igual que en la obra de teatro– se convierte en el punto central de todas las decisiones.

Los funcionarios, desde el propio Presidente para abajo, han anunciado que recién el 31 de marzo se podrá hacer una evaluación acerca de la marcha de la economía. ¿Por qué recién el 31 de marzo? No se sabe, es una fecha caprichosa quizás emparentada con la posibilidad de anunciar un posible –y por suerte probable– éxito en la refinanciación de la deuda argentina, y también con la posibilidad, incierta, de lograr un incremento en el índice de precios al consumidor de ese mes del orden del 2%. Hasta ese momento, todos estamos esperando a Godot, o al nuevo plan económico, lo que es lo mismo.

Porque de algo no cabe ninguna duda: la Ley de Solidaridad Social que establece una reorganización de las jubilaciones, nuevas retenciones a las exportaciones agropecuarias y otras disposiciones que en conjunto tienen un impacto fiscal superavitario del orden del 1,5% del PBI (efecto solo inicial, por cierto) no es ningún plan económico. Ni siquiera es un esbozo del mismo. Es una ley. Importante, seguro que sí, pero nada más que eso. Esa ley da cierto sustento para esperar… pero no para confiar con los ojos cerrados que a las autoridades las cosas les salgan bien. Solo por una cuestión de fe religiosa hoy podría pensarse una cosa así. Nada más que por esa causa. Incluso el citado probable éxito con la renegociación de la deuda no bastaría en modo alguno para encauzar a la economía argentina en una senda de estabilidad y crecimiento.

Ocurre –lo hemos dicho en alguna ocasión– que un buen plan económico es como una receta de cocina: hay que combinar los ingredientes necesarios en dosis adecuadas, con tiempos de cocción diferentes, saber condimetarlos, cosa que no puede ni faltar ni ser excedente, prestar atención a los diferentes recipientes que contienen diversos alimentos, poner a enfriar algunos mientras se calientan otros y… servir el plato de manera que esté en el punto justo, a la temperatura justa , luzca bien y acompañado de un vino con el que haga un buen “maridaje”.

¿Qué es lo que tenemos con esta ley en cambio? Un caldo. Solo un magro caldo. ¿Cómo que un caldo? Muy sencillo: los funcionarios lo que han hecho es juntar una gran cantidad de verduras y legumbres, echarlos al agua hirviendo y dejarlos hervir….hasta el 31 de marzo. En esa fecha lo que con toda seguridad encontraremos es que algunos vegetales se cocinaron en exceso –por ejemplo muy probablemente el dólar de $63, las tarifas públicas y, a este paso, la generación de pasivos monetarios del Banco Central- y otros ni siquiera se cocinaron del todo –por ejemplo la esperada fórmula de actualización jubilatoria, el descenso en las tasas de interés, o quizás el acuerdo de la deuda. Por eso solo tendremos un muy pobre caldo de verduras, ni siquiera un buen minestrone. Ese caldo de factores económicos crudos y recocidos que bien puede resultar imbebible sería un resultado amarrete, ampliamente tacaño, para decirlo sin ambages si no fuera acompañado de algo más, de algo bien contundente que explique la espera hasta el 31 de marzo. Es como que hasta esa fecha se espera al plan, o a Godot, que nunca llega, o a ambos, vaya uno a saber.

Pero… ¿qué diría el lector si esto es todo, si no hay nada más? ¿Qué diría el lector si se le dijera que lo más probable es que los funcionarios crean que esto que han elaborado es suficiente y solo basta que nos digan, como hace Bugs Bunny al final de sus capítulos “That`s all folks”? Probablemente cundiría la desilusión, probablemente las versiones paralelas del dólar comenzarían a cotizar claramente por encima del “dólar turista” de $82, probablemente se aminore la venta de dólares al Banco Central y se acelere la compra para importaciones. Eso es lo que tendríamos. Las tasas de interés lejos de seguir en baja volverían a subir. Y eso –seguramente, lector- será quizás también lo que tendremos el 31 de marzo cuando las autoridades nos digan esto mismo: que no hay que esperar más nada porque ya lo han hecho todo, cuando todavía no han comenzado a actuar y solo establecieron algunas reglas de juego. Y a no equivocarse: incluso un buen acuerdo con la deuda a fin de marzo solo podría retrasar pero nunca impedir una gran desilusión con la gente que hoy comanda la economía que parece creer que esto es un… ¿plan?. En rigor de verdad lo hecho hasta aquí recuerda –los memoriosos fruncirán el ceño– al “Plan BB” (por “Bunge y Born”) de inicios del gobierno de Menem, que casi lo lleva a la ruina y al colapso político hiperinflación mediante. A diferencia de aquel momento hoy no hay –hay que remarcarlo– ninguna chance de una hiperinflación en Argentina, incluso si se sigue emitiendo moneda a este ritmo. Claro que tampoco hay chances de mantener estable la inflación en el 2% mensual, como tampoco pudo hacer el “Plan BB” en su efímera vida.

¿Por qué esta ley de Solidaridad Social tomada como plan se asemeja al “Plan BB”? Muy sencillo: en ambos las autoridades se focalizaron centralmente en tratar de “gestionar” los precios relativos como tarea central. En ambos se intentó mostrar cierto decoro con las cifras operativas del Tesoro, en ambos la tasa de interés queda “entrampada” en altos niveles incompatibles con cualquier posible estabilidad, y en ambos los precios relativos cuidadosamente diseñados como tarea central comenzaron a resultar incompatibles con cualquier atisbo serio de plan de estabilización a poco de andar. La gran diferencia es que a este “caldo” que tenemos hoy no lo va a suceder una hiperinflación. Sin embargo, el mercado puede empezar a salir de su peligrosa ensoñación. “Esto es todo muchachos” nos parecen estar diciendo las autoridades con su silencio mientras nosotros incautamente seguimos esperando a Godot. Y es posible que la cosa termine como en la obra de Beckett. ¿Cómo es el final? Tras pasarse dos días enteros esperando al misterioso Godot que nunca llegó y que nunca se supo para qué ni por qué tenía que concurrir, uno de los protagonistas le dice al otro. “Se ha hecho tarde, Godot ya no vendrá”. “Tienes razón. No va a venir. ¿Nos Vamos?” le contesta el otro. “Sí, vayámonos ya” remata el primero… mientras, en silencio… siguen esperando sentados…