(Por CARLOS PAGNI).- El fervor con que el Gobierno abraza la premisa sagrada de que la economía debe estar sometida a normas impersonales vuelve más llamativa la frecuencia con la que se aparta de ese criterio
Jueves 24 de Octubre de 2024
08:21 | Jueves 24 de Octubre de 2024 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
Una premisa sagrada del credo de Javier Milei es que la economía debe estar sometida a normas impersonales. Por eso él afirma muy a menudo que la intervención del Estado entraña una perversidad intrínseca. Contamina con el germen de la arbitrariedad lo que debería obedecer sólo a reglas generales. El fervor con que el oficialismo abraza este criterio hace que se vuelva más llamativa la frecuencia con que lo pone en suspenso. El paso del tiempo va dejando al descubierto incoherencias muy difíciles de disimular. Sobre todo en una materia frente a la cual La Libertad Avanza se muestra hipersensible: la recaudación de impuestos.
El vocero presidencial, Manuel Adorni, comunicó el lunes pasado que el Gobierno había decidido eliminar la exención del IVA a los medios de comunicación. Adorni calculó que, de ese modo, el fisco dejaría de resignar 234.000 millones de pesos. Un cálculo elaborado por la Secretaría de Hacienda que para algunos actores del mercado resultaría algo exagerado
El primer reflejo ante cualquier medida oficial relacionada con excepciones tributarias es comparar con el régimen de protección de Tierra del Fuego, un homenaje a la irracionalidad del que se beneficia un selecto club de importadores de electrónicos. El Presidente aseguró en 2022 que ese sistema era una agresión a los argentinos de bien. Unos meses más tarde, cuando ya había ingresado en la campaña electoral, corrigió esa impresión. Dijo que, en realidad, esa ventaja excéntrica que se otorga a los ensambladores de la isla es ejemplar y debería ser replicada en todas las provincias. Hacia fines del año pasado, volvió a pronunciarse, con otro argumento: el privilegio para esos empresarios era inevitable porque se trataba de un derecho adquirido.
Más allá de esas misteriosas variaciones, es sorprendente que un economista como Milei, tan interesado en denunciar a la casta y sus prerrogativas, ignore que, además de estar excluidos del pago de tarifas de importación y del impuesto a las ganancias, los beneficiarios de esas excepciones tienen también a favor un resguardo arancelario frente a la competencia de firmas internacionales. Y algo más: un diferencial de impuestos internos que les otorga una prebenda más frente a los mismos productos ensamblados en sus países de origen. Lo más insólito: ese diferencial fue fijado por ley gracias a una propuesta de la administración de Alberto Fernández. Para caracterizar por completo la situación fueguina hay que recordar el detalle más increíble: las empresas radicadas allí cobran el IVA pero no lo transfieren a la AFIP. Se lo quedan. Es lo que se conoce como “liberación” de impuestos. Quiere decir que el régimen de Tierra del Fuego es, en realidad, una lluvia de regalos de la que se benefician, sobre todo, Nicolás Caputo, hermano de la vida de Mauricio Macri, y Rubén Cherñajovsky, sponsor eterno de Daniel Scioli y orgulloso propietario del Carinthia VII, un yacht soñado, de 100 metros de eslora, que se puede alquilar por un canon semanal de 1.400.000 dólares. Una pequeña joya adquirida con la plusvalía que ofrece la isla del fin del mundo. Cherñajovsky se hizo célebre, hace ya décadas, por esta descripción de su oficio, que se le atribuye: “Yo hago negocios con impuestos”. Cuánto que aprender.
Milei tiene derecho a decir que esta extraordinaria deformación es heredada. Y que todavía no está en condiciones de eliminarla, a pesar de los esfuerzos de Federico Sturzenegger por hacerlo. Es cierto que tendría que justificar algunas decisiones de su propia gestión. Los privilegiados de Tierra del Fuego, para no hablar de “casta”, deben contribuir a un fideicomiso creado para estimular inversiones menos artificiales, como las turísticas, madereras o pesqueras. Al llegar al poder, la administración actual tuvo el impulso de revisar ese fideicomiso, para saber si los empresarios que deben aportar a él cumplían con la obligación. Pero al poco tiempo Santiago Caputo, el Mago del Kremlin, que es sobrino segundo de Nicolás, interrumpió esa investigación y puso esa caja en las obedientes manos de Noelia Ruiz, quien se presenta como “la killer de Santi”. Por otra parte, lo de los derechos adquiridos también parecer ser flexible. Porque el mismo Gobierno que se los reconoce a los importadores de electrónicos los acaba de ignorar en el caso de los importadores de telas, un sector liderado por José Lapidus. Fue por una resolución firmada por Pablo Lavigne, un funcionario intachable que, como Sturzenegger, sigue manteniendo la fe en la doctrina económica oficial.