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“La solución al estatismo reptante y orgulloso de Francina Armengol no es el falso liberalismo de Prohens. Es la motosierra de Javier Milei”, sostuvo el ex diputado del Partido Popular español Joan Font Rosselló en una columna publicada en Ok diario.
Domingo 29 de Diciembre de 2024
09:24 | Domingo 29 de Diciembre de 2024 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
“La solución al estatismo reptante y orgulloso de Francina Armengol no es el falso liberalismo de Prohens. Es la motosierra de Javier Milei”, sostuvo el ex diputado del Partido Popular español Joan Font Rosselló en una columna publicada en Ok diario. La misma fue celebrada por el presidente Milei en su cuenta de Twitter con su clásico “FENÓMENO BARRIAL”.
Desde su histórica conferencia que pueden encontrar en las redes sociales, ya han pasado más de 20 años desde que Jesús Huerta de Soto, el principal representante y divulgador académico del liberalismo en España, abjuraba del liberalismo clásico de Hayek para abrazar la única ideología que sí está en condiciones de poner límites al Estado: el anarcocapitalismo, filosofía ética, política y económica en la que se inspira el actual presidente argentino, Javier Milei.
Para Huerta de Soto, el liberalismo clásico, con sus vanos intentos de limitar el estatismo reptante y rampante, habría fracasado en todo el mundo. Y es verdad. En realidad, ya Hayek había advertido que si por democracia se entendía una democracia irrestricta y omnipotente donde la soberanía absoluta reposa en los ciudadanos, él era el primero en no considerarse demócrata. Hayek y Mises eran demasiado inteligentes como para no descubrir las amenazas de la democracia omnipotente, ya que esta última se terminaba alzando contra el propio Estado de derecho, era demasiado proclive a convertirse en una burda compraventa de votos y sacrificaba el pensar de las grandes mayorías en el altar de las minorías organizadas con mayor capacidad de extorsión mediática, económica y política.
En la conferencia mencionada, Huerta de Soto señala que una vez los liberales clásicos dejan que el Estado entre por la puerta (aunque sólo sea en unas pocas competencias), el Estado ya no tiene límites para expandirse hasta el infinito. Es un monstruo voraz que siempre quiere más, con lo cual ponerle coto se vuelve materialmente imposible. En efecto, se va extendiendo la ilusión entre la opinión pública de que si el Estado no se ocupara de las competencias de las que ya se ocupa, nadie se ocuparía de ellas. El tiempo le ha dado la razón.
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Huerta de Soto señala que el Estado es además el gran corruptor, el germen de toda la corrupción no sólo económica y política, sino también moral entre los ciudadanos. No es la moralidad la que falla entre nuestros mandatarios (políticos, funcionarios, asesores, periodistas) en tanto personas individuales, sino que es el propio Estado quien los pervierte y corrompe. Así es la naturaleza humana, una naturaleza caída por la tentación del orgullo y de la arrogancia que nos hace sentirnos y creernos dioses que llegan a pensar que podemos crear el Cielo en la Tierra. A través del Estado omnipresente. Y demoníaco.
Porque para los liberales lo importante nunca fue qué hacer con el poder ni siquiera cómo llegar a él sino cómo ponerle límites, de ahí su apuesta por un gobierno mínimo o limitado. A la vista del fabuloso crecimiento que ha tenido el Estado en las últimas décadas en todas partes, España y Baleares incluidas, es evidente que si ha habido algún liberal al mando éste ha fracasado por completo. La coalición rojiverde y liberal de Alemania es el último ejemplo. Y no me refiero a socialistas, comunistas, nacionalistas y demás ralea izquierdoide, adoradores del becerro de oro estatal y partidarios de explotar la coacción monopolística del Estado para decidir cómo debemos pensar y en qué debemos creer los ciudadanos. Me refiero más bien a quienes todavía se ponen la etiqueta de «liberales» que, a tenor de cómo se desarrolla su actuación política en cuanto alcanzan el poder, se ha convertido en un flatus vocis, en una palabra vana sin contenido alguno.
Pensemos en el Senado español comandado por los «liberales» del PP, una institución inútil que acaba de batir el récord en gasto en viajes. O en las autonomías comandadas por el Partido Popular, como la balear, donde también se habría superado el récord en gasto de haberse aprobado los presupuestos de 2025. Y en cuanto al fin se deciden a quitar las subvenciones a los sindicatos y a la patronal, ya saben, Quid Idoia negat, Catilina dat. No sólo el gasto es imparable, con todo lo que supone de asfixia fiscal para las clases medias y más necesitadas, sino también la intromisión de las administraciones en esta esfera de libertades negativas en la que, según Isaiah Berlin, el Estado nunca debería inmiscuirse.
Esta esfera de libertades negativas cada vez es menor… a medida que se multiplican las externalidades negativas de todo orden y por cualquier actividad, sobre todo si han sido aventadas por algún periódico y cuentan con el apoyo de nuestros proteccionistas de toda laya y condición. ¡Hay que hacer algo!, vociferan éstos. El político, asustado por perder algún voto, se ve obligado a actuar, la sociedad civil ensobrada y organizada así se lo demanda, la prensa celebra la intercesión de la Administración, cuando lo preferible sería no hacer nada y dejarlo al orden espontáneo y a la cooperación social y no coactiva del mercado. Y no porque no deba hacerse nada sino porque casi siempre la Administración tampoco aporta ninguna solución al supuesto «problema» sobrevenido, siendo peor el remedio que la enfermedad. Todo se prohíbe, todo se regula, la administración autonómica es una máquina de impedir, tanto con Armengol como con la «liberal» Prohens, como se llama a sí misma la reina de la re-conciliación de Campos.
Basta leer los titulares que a diario nos ofrecen los medios para comprobar hasta dónde llega la coacción y la coerción en estas Baleares tan liberales: prohibición de circular en coche por el centro de Palma, rechazo a la libertad de elegir lengua, centro escolar o pin parental, censura de investigar y opinar sobre la Guerra Civil fuera de los cánones de la Ley de Memoria Democrática, prohibición de construir en zonas hipotéticamente inundables como si las administraciones debieran suplir las responsabilidades individuales de los ciudadanos, prohibición de construir en un solar al que ya le habían concedido licencia de demolición (el edificio repentinamente «histórico» y de «gran» valor arquitectónico del 31 de diciembre, las semejanzas con la protección del edificio de Gesa por parte de Munar y toda la izquierda son inquietantes), prohibición de construir una granja de pollos pese a cumplir todos los requisitos legales por las protestas de los vecinos, prohibición del alquiler turístico, prohibición de excursiones con buggies y así con todo. Ya sólo nos faltaba saber que lo de la pandemia del Covid-19 fue todo un montaje al servicio de las farmacéuticas, los investigadores ensobrados y el globalismo, como apunta el reciente informe del Congreso estadounidense. Pero esto merece capítulo aparte.
Podría extenderme hasta hacer sangrar a prohensinos, galmesinos y sagrerianos y a todos los periodistas que inexplicablemente aún les bailan el agua, pero está claro que liberales de este estilo tampoco van a salvar el liberalismo whig. Al contrario, lo van a terminar de sepultar por descrédito. La solución al estatismo reptante y orgulloso de Francina Armengol no es el falso liberalismo de Prohens. Es la motosierra de Javier Milei.
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