Sociedad

El arriero que descifraba los vientos de la cordillera en el Jagüé

La sabiduría de los arrieros que cruzaban los Andes a través del Jagüé ha dejado huellas en los paisajes de La Rioja, donde el esfuerzo y el conocimiento de los vientos y el clima cordillerano eran claves para el éxito de estas travesías.

Domingo 29 de Diciembre de 2024

294006_1735488583.jpg

14:02 | Domingo 29 de Diciembre de 2024 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

El paso del ganado vacuno a través de la Cordillera de los Andes, especialmente por el Jagüé, es una práctica que data desde el siglo XVIII, con su auge en el siglo XIX. Esta actividad estuvo estrechamente vinculada con la expansión económica, el comercio y las tradiciones arrieras, que unían a Argentina y Chile. En las décadas de 1850 y 1860, el paso por rutas como el Jagüé se consolidó, con arrieros experimentados que atravesaban la cordillera enfrentando duras condiciones climáticas y topográficas.

El Jagüé, ubicado a 4500 metros sobre el nivel del mar, fue uno de los pasos más utilizados por los arrieros. Estos, en su mayoría de origen indígena o mestizo, desarrollaron un conocimiento profundo del terreno y las condiciones meteorológicas de la cordillera. El cruce del ganado y de otros animales, como mulas y caballos, representaba un desafío extremo debido a los ríos, precipicios y temperaturas extremas.

Don Pepe Scalet, un inmigrante italiano que llegó a Chilecito en 1926, fue uno de los protagonistas de este comercio. Comenzó trayendo carne de Santa Fe y otras provincias argentinas hacia Chile, usando el ferrocarril hasta Nonogasta, y luego guiaba a los arrieros que transportaban ganado hacia el país vecino. Cada arreo incluía hasta 300 cabezas de ganado y una recua de mulas encargada de llevar los víveres y herramientas necesarias para el largo trayecto. En su ruta, descansaban en lugares como Cachiyuyal, la cuesta de Miranda, y Villa Castelli, donde alimentaban a los animales antes de continuar hacia el Jagüé.

En este paso, Don Pepe se encontraba con Liborio Ramos, un baquiano local conocido por su habilidad para leer los vientos de la cordillera. Liborio, con su experiencia y sabiduría, era quien aconsejaba sobre las condiciones del clima y la viabilidad de continuar con el arreo. Según sus palabras: "Cuando sienta que en la cordillera los vientos están ausentes, debe andar con mucho cuidau, porque naide sabe diande le aparece la niebla o viento blanco que no le deja ver ni sus propias manos".

La travesía hasta Chile duraba unos 20 días, y los arrieros debían conocer los puntos clave para la hidratación del ganado, como los jagüeles, pozos y charcas de agua. Esta actividad comercial, además de ser vital para el abastecimiento de carne en las ciudades chilenas, también suministraba carne y bestias de carga a las minas del norte de Chile, como las de Atacama.

Con el paso del tiempo, aunque el transporte se ha modernizado, el Jagüé y otros pasos cordilleranos siguen siendo recordados como símbolos del esfuerzo y la perseverancia de aquellos primeros arrieros. Hoy, nuevas generaciones de baquianos continúan evocando las historias y tradiciones transmitidas por sus antepasados, manteniendo viva la memoria de esta conexión histórica entre Argentina y Chile.

<

Top Semanal

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR

LOCALES

NACIONALES

INTERNACIONES

DEPORTES

SOCIEDAD

FARÁNDULA