Infobae reunió a Osvaldo “Ova” Gómez, músico; a Nicolás Pappolla y Gonzalo Zamudio, ambos integrantes de la Asociación Civil El Camino Cultural —que reúne a sobrevivientes de Cromañón—; y a Carla Ricciotti, periodista de LN +. Contaron cómo se salvaron de morir esa noche calurosa, algo que ya no pueden hacer las 194 víctimas. Y definieron a cuatro de los responsables de la masacre: Callejeros, Omar Chabán, Aníbal Ibarra y la Justicia. Estuvieron de acuerdo y también polemizaron. Aquí está su testimonio:
Nicolás, el más verborrágico de los cuatro, contó que llegó desde el barrio de Agronomía, y que “había logrado convencer a mis papás de llevar a mi hermano, que era más chico, tenía 15 años. Fuimos todos contentos, a ver una banda que nos gustaba, que nos hacía felices, a cerrar el fin de año. Callejeros estaba en un ascenso meteórico..”.
Gonzalo relata que fue con tres amigos: “Vivía a diez cuadras de Cromañón. Llegué temprano, caminando. No sé si ya había empezado Ojos Locos (la banda soporte de Callejeros). En el intervalo, o cuando estaba por terminar Ojos locos fui al baño, volví y quedé ubicado un poco a la izquierda, de frente al escenario, delante de la escalera. Me acuerdo de Chabán. diciéndonos que nos íbamos a morir como en Paraguay, que había como 6000 personas, que si pasaba algo no salía nadie “.
Osvaldo era de Villa Celina, la patria chica de Callejeros. Conocía a los músicos y al manager, Diego Argañaraz. “Mi relación con ellos era del barrio, era la banda del barrio que estaba creciendo, nuestro orgullo. Entramos sobre el final, en el intervalo de Ojos Locos y Callejeros. Nos quedamos en la parte de atrás. Cuando pasó todo esto yo estaba de espaldas. No vi nada. Y se apagó la luz y la gente empezó a querer salir. Yo me quedo quieto”.
Cuando empezó el show, Gonzalo fue hacia adelante. Dice que el lugar estuvo “matado” los tres días (28, 29 y 30 de diciembre), es decir, que no entraba nadie más a Cromañón. “Me quedé ahí, al costadito, y al rato vi justo la candela que se prendía. Empecé a ver como se abría (la media sombra) y se cortó la luz. El embudo de gente que empezó a salir me sacó. Salí pensando que era una boludez, que ‘bueno, ahora lo apagan y volvemos’”.
Nicolás también pudo salir por sus propios medios. Para él, de aquella noche le quedó la solidaridad entre quienes intentaban escaparle a la muerte: “Todos los que estuvimos y todas las que estuvieron ahí, intentamos salir dándonos la mano los unos a los otros. Me parece que eso creo que es el mejor mensaje que podemos transmitir al explicar cómo salimos de ahí. Entramos siendo pibes felices, con sueños, con proyectos, con un montón de cosas y salimos, quienes gracias a Dios pudimos salir de ahí, siendo lo que pudimos”.
La marea humana también arrastró a Osvaldo fuera del rectángulo de Cromañón: había más de tres mil personas en un lugar habilitado (mal habilitado) para 1031. “Nos fuimos para la esquina, donde iban todos para liberar la salida. Muchos corrían asustados. Cuando caímos en lo que sucedía, que mucha gente no salía, vimos pasar a un amigo del barrio que había perdido al hijo, y empezamos a decir ‘loco, hay que entrar’”. Ova, junto a su hermano Roberto, regresó al interior del boliche “un montón de veces” para rescatar gente. “De ahí nos habremos ido tipo cuatro, cuatro y media de la mañana. Sacamos a un chico del barrio, al Bore, cuando lo llevamos hasta la esquina ya habían llegado las ambulancias. Había pasado un buen rato. El personal de la ambulancia lo tocó y dijo que estaba sin vida. Eso nos terminó la noche, por así decirlo. Nos dio un mazazo”.
Osvaldo llegó a Villa Celina y fue al único lugar del barrio donde sabía que todos los que llegaban desde Once iban a ir: la sala de ensayo de Callejeros, sobre la calle Barros Pazos. “De ahí salíamos siempre, en micros, en auto o nos juntábamos diez pibes y nos íbamos a tomar el bondi hasta donde sea. Volvimos, les informamos lo que habíamos visto, lo que había pasado con Gastón García, con el Bore y ahí estaba el hermano, Gustavo... Después de eso fuimos para casa”
A Carla la rescató uno de esos chicos que volvieron a ingresar. Despertó recién el 13 de enero en el Hospital Fiorito de Avellaneda, toda intubada. “No entendía nada. No sabía dónde estaba. No me acordaba de nada. Pasaron varios días hasta que me contaron lo que había pasado. Me dieron de alta el 19, con traqueostomía y todo”. Recién entonces supo que Luis, su novio, había muerto allí en Cromañón. “Nunca supe quién nos sacó. Como estábamos en el primer piso, siempre pensé ‘hasta que llegaron hasta ahí, si entraron por abajo, tardaron un montón, con todas las trabas que había, la gente y los cuerpos’. Y empezaron a sacar a los que estaban abajo, hasta que descubrieron que había un primer piso con más gente. Y si entraron por el techo de al lado, donde hicieron un boquete, habrán tardado un montón también. Así que no sé, no fue, no me tocó, no era mi día”
En esa época, Carla trabajaba en Crónica TV. Ese canal fue el primero en llegar. Ella se había desmayado casi de inmediato. Cuando salió del coma y le dieron el alta, les pidió a sus compañeros que le mostraran el material en crudo que habían grabado esa noche. “Sufro por cosas que no viví. Verlo fue terrible”. Afuera la esperaba algo más: “La madre de mi novio esperaba que despertara del coma para preguntarme si él había sufrido. Imaginate para una madre no saber cómo murió el hijo. Le dije que no, porque se desmayó enseguida”
Callejeros
La banda de Villa Celina, que no pudo terminar ni siquiera el primer tema esa noche, cuyos integrantes perdieron familiares que estaban entre el público y fueron presos, tuvieron su vuelta el 21 de septiembre de 2016. Esa fue la fotografía elegida para que los definan:
Carla Ricciotti: “Veo un grupo de personas que quizá no sabían en dónde se estaban metiendo, o no les importaba. No preguntaron. No se ocuparon demasiado en chequear las medidas de seguridad. Fue hace 20 años. No sé si todos los demás grupos lo hacían. Quizás bandas más grandes sí. Vendieron más entradas de las que estaban permitidas. Las bengalas no las entraba cualquiera. No sé, siempre se dijo que las había entrado la banda. Las entraron, sí, seguramente en connivencia con alguien de la puerta o de seguridad, porque a mí me me hicieron sacar hasta las zapatillas, me revisaron la riñonera, todo. O sea, cualquiera no podía entrar con bengalas. Te sacaban si tenías un encendedor. Y también veo que si fueron culpables de algo por omisión o por negligencia, o desidia, o por ignorancia, o por lo que fuera, lo pagaron carísimo, con familiares muertos”
Nicolás Pappolla: “A mí, puntualmente esta foto me trae a la cabeza haber cerrado una etapa. Yo estuve en Córdoba, en el Chateau. Fui con todos mis amigos, me acompañó mi mamá también. Yo necesitaba ese recital. Desde el punto de vista musical, para mí, de las mejores bandas que que me tocó escuchar. Lindos recuerdos. Me quedo con eso. Creo sí que tienen su cuota de responsabilidad en lo que sucedió, pero no creo para nada que sean los principales culpables”.
Osvaldo “Ova” Gómez: “Yo veo un recital muy emotivo, algo que tenía que cerrar. Los chicos de Celina y los que fuimos en micro nos pasamos casi todo el show llorando. Callejeros, si los miro así, son una banda de amigos del barrio, que cada uno tocaba un instrumento y llegaron donde llegaron. Después pasó lo que pasó. Eso ya es un tema mucho más amplio, pero en sí, amigos del barrio que nos conocemos hace mucho, que hoy por hoy puedo escribirme con algunos de ellos. De chicos crecimos viendo a estos pibes, fuimos felices viendolos y nos tocó esta vuelta, esta jugada chota de la vida”.
Nicolás Zamudio: “También diría un grupo de amigos, pero también veo sobrevivientes. Algo que pasó muy poco, es que jamás fueron tratados como sobrevivientes.En general, siempre fuimos nosotros los que los vimos con esos ojos. Después creo que algún grado de responsabilidad habrán tenido”