Sociedad

Fingió estar muerta para salvarse mientras su tío asesinaba a sus padres y hermanitos a sangre fría

Ronald Haskell quiso vengarse de los familiares de su ex mujer y pergeñó una brutal matanza. La adolescente Cassidy Stay fue la única que sobrevivió al crimen en masa toda su familia.

Miércoles 13 de Noviembre de 2019

150568_1573695669.jpg

23:37 | Miércoles 13 de Noviembre de 2019 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

El pasado viernes 11 de octubre de 2019 Cassidy Stay volvió a mirar a la cara al asesino. Esta vez él no tenía un arma ni le apuntaba a la cabeza como cinco años atrás. Estaba de traje y sentado en la sala de un tribunal, rodeado de policías. Ahora ella tenía el poder. El poder de la palabra.

Su ex tío político acababa de ser condenado a la pena de muerte, por inyección letal, por haber asesinado a sangre fría a sus padres y a sus cuatro hermanos en 2014. Cassidy (la única sobreviviente, hoy con 20 años) enfundada en un saco violeta -el color elegido para recordar la lucha contra la violencia doméstica-, se sentó frente a los presentes en el juicio, acomodó el micrófono y, con voz temblorosa por el dolor, le habló al monstruo que masacró a su familia. Lo tenía a menos de tres metros de distancia.

“En los últimos cinco años yo sólo quería saber qué sentías por mí persona y qué clase de arrepentimiento tenías. Mis familiares me repetían que solo sentís pena por vos mismo. Yo no quería creerlo porque, estaba segura de que tenías que sentirte muy mal por haber asesinado a mi familia. Pero cuando escuché que no tenías ningún arrepentimiento algo cambió dentro de mí, y no sabía qué hacer con esos sentimientos porque me causaban un montón de rabia y dolor. ¡Mi esperanza era que estuvieras mal por lo que habías hecho! (...) No hay nada en la tierra que pueda calmar mis heridas y preocupaciones. (...) Estoy dejando salir mis emociones y se las estoy dando a Dios, porque Él me cuidará y me llevará a través de todo esto. El jurado decidió que vas a morir con una inyección letal y yo respeto esa decisión. ¿Si creo que el castigo corresponde al crimen? No. Deseo que cuando mueras, tengas el castigo que merecés por parte de Dios. ¿Te arrepentirás algún día? No lo sé. Pero quiero decirte que ya no me importa. Yo voy a seguir con alegría mi vida, saldré adelante y me voy a olvidar de esto, me voy a olvidar de vos. Tuviste el control durante demasiado tiempo. Se acabó tu juego. Ya no tenés el control. Lo perdiste. Dios estará ahí cuando lo necesites, y ese momento te llegará rápido. Lo quieras o no”.

El condenado, Ronald Lee Haskell, no pudo sostener la mirada de la valiente Cassidy.

Una matanza a sangre fría

Los Stay eran una familia respetada en Spring, un barrio de las afueras de Houston, Texas, Estados Unidos. Eran mormones y miembros activos de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Stephen Stay (39, dueño de una inmobiliaria) y Katie Lyon (33) tenían 5 hijos: Cassidy (15), Bryan (13), Emily (9), Rebecca (7) y Zach (4).

El miércoles 9 de julio de 2014 la pareja salió a hacer un trámite bancario. Los chicos quedaron, por un rato, a cargo de Cassidy. A las cinco y media de la tarde, el ex marido de Melanie Lyon (la hermana de Katie), Ronald Haskell, tocó la puerta del número 711 de la calle Leaflet Lane. Cassidy abrió. Tenía enfrente un señor de unos 34 años, alto, pelirrojo y fortachón, con abundante barba y con el uniforme de la empresa de correos FedEx.

El hombre le preguntó por sus padres. No lo reconoció. Le dijo que no estaban. Fue a buscar una lapicera y un papel para anotar su nombre y teléfono. Él, entonces, le dijo cómo se llamaba: Ronald Haskell. Ahora, Cassidy, sí recordó… era su ex tío, el que tanto problemas le había traído a la hermana de su madre. Pero ya era tarde. En el mismo momento que lo reconoció él empujó la puerta, entró por la fuerza y sacó una pistola 9 mm. Llevaba, además, un silenciador fabricado en forma casera con una funda de almohada y cinta adhesiva.

Se mostraba muy calmo. Le anunció que estaba buscando a su ex mujer Melanie. Cassidy le dijo no saber dónde estaba ella. Haskell le ordenó juntar a sus hermanos en el living. La tele estaba encendida. Cassidy pensó que eso era bueno para distraer a los más pequeños. Haskell los obligó a tirarse en el piso en hilera y amenazó con atarlos si no obedecían. Le hicieron caso. Cassidy pensó que estaban “como patitos en fila”. Intentó manejar la situación, trató de convencerlo para que no lastimara a sus hermanos. “Nunca pensé que alguien podría querer matar chicos pequeños, ¡menos si sabe sus nombres y edades! Le rogué que, por favor, no nos hiciera daño...”, recordaría luego. Mientras procuraba tener algún control y esperaba la llegada de sus padres, rezó.

Un rato después, llegaron los dueños de casa. Apenas entró y lo vio, Katie -que sabía muy bien lo peligroso que podía resultar su ex cuñado- se aterró. Haskell les dijo que venía a recuperar a sus hijos y que buscaba a su ex.

Cuando les pidió que ellos también se tiraran en el piso, Katie se percató de lo que pretendía y, entonces, pegó un salto con las manos en alto para luchar contra él y gritó ¡¡Noooo!! Boom, Boom. Él le disparó en el medio de la cara. Fue la primera víctima. “Solo la vi caer”, diría Cassidy. Siguió Stephen. Boom, boom y cayó sobre el sofá.

Cassidy, acostada en el piso escuchó que se acercaba a ella. Espantada, se tapó la cabeza con las manos y apretó su cara contra el suelo mientras gritaba enloquecida. Boom. Esta vez fue un solo tiro y le pegó en la cabeza. Pero la bala rozó su dedo, se desvió y fracturó su cráneo sin penetrar en su cerebro. Cassidy se quedó inmóvil esperando el otro boom. Seguía orando en silencio y ensangrentada. No estaba muerta, pero lo parecía. Haskell consideró terminada su tarea con ella y siguió con los más chicos.

Boom, boom a Bryan; boom, boom a Emily; boom, boom a Rebecca. Cassidy petrificada, como muerta, no podía creer lo que ocurría. Uno por uno, sus hermanos morían en cuestión de segundos. Entonces Haskell, que estaba llevando a cabo con precisión su siniestro plan de venganza contra su ex mujer, le disparó a Zach, el menor, pero él se movió y el balazo le dió en el hombro. Desesperado el bebé se escurrió dentro del caos reinante y se trepó al sillón donde estaba su padre desplomado. Se escondió debajo del hombro de Stephen, como un cachorro buscando protección. Su padre ya estaba muerto, pero Zach no lo comprendía. Haskell inmutable fue hasta Zach apuntó a su nuca y apretó el gatillo una vez más, boom.

Había disparado 13 balazos. Después se sabría que 6 balas habían sido fatales. Iba a lamentar mucho haberse salteado el segundo disparo con Cassidy.

Creyendo que había acabado con la familia entera, cargó el arma nuevamente, se subió al Honda de los Stay y se dirigió a la casa de los padres de su ex Melanie Lyon.

Cassidy reaccionó con coraje y llamó frenética al 911.

Les dijo que su tío Ronnie había asesinado a toda su familia y que se disponía a seguir matando, que se estaba dirigiendo a la casa de sus abuelos maternos, los Lyon, donde vivía Melanie. Mientras ella hablaba, los telefonistas podían escuchar la respiración forzada de uno de los hermanos heridos. La ambulancia llegó para constatar que Cassidy estaba consciente y que solo uno de sus hermanos respiraba todavía, pero moriría antes de llegar al hospital.

Doce patrulleros salieron inmediatamente a cazar al asesino. Fue detenido minutos antes de concretar la nueva matanza. Eran las siete de la noche cuando paró a comprarse una bebida. Haskell, humano al fin, tenía sed. Todavía le restaba mucho por hacer: en su lista había 22 personas más para borrar del mapa de los vivos. Para ello había comprado 200 municiones.

Fuente: Infobae

<

Top Semanal

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR

LOCALES

NACIONALES

INTERNACIONES

DEPORTES

SOCIEDAD

FARÁNDULA