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Por Rubén Rabanal - Un triste récord vuelve a instalarse en el país: monedas que cotizarán por abajo del valor del propio peso argentino devaluado al extremo. Las víctimas serán las de siempre: los ciudadanos de a pie.
Miércoles 21 de Febrero de 2024
19:31 | Miércoles 21 de Febrero de 2024 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
Una vez más se apela a un nombre con inspiración nacional y federalista para estafar el bolsillo de algunos argentinos. Una vez más se utiliza el facilismo de mostrar a un líder rebelde contra el centralismo de Buenos Aires para enmascarar la ineficiencia en el manejo del gasto. Una vez más habrá argentinos que verán cómo se esfuma el valor de compra de los billetes que logran llevar a sus bolsillos. Nace otra vez una cuasimoneda que circulará para algunos argentinos con una característica que parecía hasta ahora imposible: tendrá menos valor y su poder de compra se devaluará más rápido aun que el peso argentino, la moneda más depreciada y golpeada de la tierra en las últimas décadas.
En 45 días los empleados públicos riojanos comenzarán a recibir pagos del Gobierno de Ricardo Quintela en Bocade (Bonos de Cancelación de Deuda), que circularán como si se tratara de una moneda de curso legal cuando en realidad no lo es.
Esos Bocade llegarán a los riojanos con la cara de Ángel Vicente "Chacho" Peñaloza, el caudillo local conocido en la historia por haber sido un puntal de oposición al poder centralista de Buenos Aires. La demagógica obviedad en la elección del nombre solo esconde la inutilidad que tendrán esos “Chacho” para pagar gastos de la vida diaria de muchos riojanos que serán perjudicados con el pago de sus sueldos en una moneda de baja calificación. Solo podrán usarlos en cotización uno a uno con el peso para pagar impuestos locales o servicios que dependan del Estado provincial.
La historia de las cuasimonedas indica que mas temprano que tarde el valor de circulación comienza a descender y siempre terminan derogándose o formando parte de un negocio financiero a un valor ínfimo con relación a la cotización de lanzamiento. Es obvio; no son monedas, solo papeles de colores que intentan ser un sucedáneo emitido por gobiernos ineficientes para manejar sus finanzas.
Quintela emite Bocades por una sola razón: no puede controlar el gasto y mucho menos racionalizar los recursos que tiene y por lo tanto, mientras intenta culpar de ese déficit a Javier Milei, emite esos billetes propios que cada día perderán valor no frente al resto de las monedas del mundo sino al propio peso argentino.
Se dará entonces un fenómeno casi imposible de pensar hasta ahora: existirá en Argentina una moneda que se depreciará más rápido que el peso y que, además, cotizará a un valor mucho menor, a pesar que Quintela diga todo lo contrario.
Para explicar cuál es el efecto de las cuasimonedas en el bolsillo de cualquier sufrido rioja conviene recordar la historia de la previa al estallido financiero del 2001, con la salida de la gobernabilidad. En el último año del Gobierno de Fernando De la Rúa comenzaron a pulular las cuasimonedas que emitían las provincias en medio de la crisis para pagar gastos locales. De hecho en La Rioja ya había existido una emisión que hizo Carlos Menem como gobernador en 1986 con la cara de Facundo Quiroga (otro uso de una figura del caudillismo rebelde con fines financieros) que cotizó en australes, la moneda de ese momento. Los riojanos también sufrieron otra emisión de moneda paralela en el 2001 por orden de Angel Mazza, ya en medio del proceso de multiplicación de cuasimonedas en todo el país.
Asi nacieron los Patacones, Lecor, Petrobonos, Cecacor, Bocanfor o los Bofes; cada provincia que no podía pagar sueldos prendía su propia maquinita y emitía papeles que utilizaba como sucedáneo de la moneda nacional. Se llegó al delirio de emitir un bono desde el Gobierno nacional, los LECOP que administraba el Banco Nación y que competía (siempre perdiendo) con la moneda de curso legal.
En el caso puntual del Patacón, la cuasimoneda fue creada en 2001 durante la gobernación de Carlos Ruckauf y se mantuvo en circulación durante casi dos años. La profunda crisis económica de aquel entonces hizo que, rápidamente, se instalara como un medio de pago muy extendido, principalmente por el fuerte impacto que tuvo el hecho de que, tanto la administración pública provincial como la municipal, cubrieron la totalidad de los salarios y el pago a proveedores con patacones. En su momento, se llegaron a emitir valores de 1, 2, 5, 10, 20, 50 y 100 patacones.
Todo sucedía ante la inutilidad completa de la clase política para administrar la crisis de las finanzas públicas y ante un gasto y un déficit sin control. Las víctimas, como siempre, fueron los argentinos que recibieron cualquiera de esas cuasimonedas y que se convirtieron en ciudadanos de segunda categoría que recibían una moneda de menor valor de la nacional.
Todos esos bonos terminaron entrando en la economía y el comercio privado de alguna forma. Los gobiernos provinciales, como ahora intenta hacer Quintela, forzaron el uso inclusive para el pago de consumos de la vida diaria y no solo para pagar los impuestos y servicios de cada provincia emisora de la cuasimoneda.
El resultado fue nefasto para los tenedores de esos bonos-monedas: terminaron cotizando muy por debajo del peso a la hora de efectuar un pago, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo. Así comenzaron a aparecer imágenes de argentinos con paquetes de papeles de colores que cambiaban por mercadería en los comercios que los aceptaban pero a valores ínfimos con relación al de los “ciudadanos de primera” que utilizaban pesos para su vida diaria.
No hay secretos en esto. Si el peso argentino se devalúa por impacto de la emisión sin control de las últimas décadas y la pérdida de confianza en una economía deficitaria, cualquier cuasimoneda multiplicará ese efecto ante la ausencia total de garantías en su emisión. ¿Alguien puede confiar en el respaldo que puede tener una moneda emitida en La Rioja, como en cualquier otra provincia y que además ni siquiera tiene una ley nacional como respaldo legal?
Una vez más los ciudadanos serán las víctimas y estarán condenados a cobrar en una moneda sin valor real y deprimida a velocidad récord. Como contrapartida volverán quienes en otro momento hicieron grandes negocios comprándole esos papeles de colores a quienes no les quedo otra que recibirlos en pago de sueldos a valores irrisorios para luego utilizarlos en el pago de impuestos. Es la misma y vieja historia de siempre: ante la pérdida de valor de una moneda, sea cual fuere, pierde el trabajador y gana el financista, algo que Quintela sabe de memoria.
Fuente: MDZ Online
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