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El periodismo frente al problema de las drogas

Debido a la complejidad del fenómeno y las importantes repercusiones humanas, económicas y sociales que produce, información y responsabilidad son cuestiones compatibles que se tornan necesarias al tratar temas relacionados con el problema de las drogas en los medios masivos de comunicación. Es indudable que los medios cumplen hoy un papel particularmente importante.

Sábado 14 de Septiembre de 2013

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21:02 | Sábado 14 de Septiembre de 2013 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma


(por Lic. Esteban Wood) Por su papel más que privilegiado en la creación, distribución e interpretación de la realidad, y en la promoción de representaciones sociales sobre las más diferentes cuestiones, los medios tienen el poderío de definir un problema y transmitir, instalar y jerarquizar los valores asociados al mismo. Vale resumir diciendo que los temas que son relevantes para los medios se convierten en temas importantes para el público en general.

Esta cuestión cobra vital importancia cuando se cae en la cuenta de que hoy en día, el conocimiento de la realidad se realiza cada vez menos a través de la experiencia directa y más a través de los medios de comunicación. Es necesario asumir que el profesional de los medios es intérprete de la realidad social y, en muchos casos, conforma las imágenes que adquiere la sociedad sobre la mayoría de las temas.

Lo que llamamos realidad no es más que un fenómeno social de consistencia especial, un conjunto de creencias socialmente compartidas como guiones de conocimiento, como patrones consensuados. Los problemas en realidad no existen, sino que son construcciones y definiciones subjetivas de un observador.

Actores distintos entienden una problemática manera diferente, y la reflejan desde sus respectivos intereses y sistema de valores.

Este rol protagónico de los medios de comunicación invita a la reflexión sobre cómo estos agentes mediadores construyen y reconstruyen el problema del uso y abuso de drogas, las adicciones y el narcotráfico. La legitimidad de la que gozan los vuelven responsables de muchos de los significados y simbolizaciones públicas que circulan en torno a la cuestión.

La atención puesta sobre los mensajes y sentidos que promueven los medios en torno al tema drogas no es nueva, aunque la conciencia respecto a su trascendencia es cada vez mayor. Ciertos abordajes periodísticos sobre la problemática suelen dificultar la intervenciones preventivas, influir en los niveles de consumo de sustancias psicoactivas en una sociedad y repercutir de manera negativa en la actitud social. Ciertas coberturas terminan estigmatizando, marginando, alarmando, confundiendo y hasta desinformando a la sociedad.

El impacto que esto supone sobre la percepción social de los diferentes aspectos relacionados con el problema de las drogas es de gran importancia: al elegir mostrar un enfoque de un problema, a expensas de otras formas de abordarlo, se toman decisiones que pueden incentivar o fomentar el consumo de sustancias.

Las siguientes pautas básicas de comunicación sobre drogas pretenden facilitar el abordaje periodístico de un problema ciertamente complejo.

• La polisemia e indefinición que acompaña la palabra “drogas” permite su utilización en discursos vagos e imprecisos. El nombre de una sustancia concreta exigiría mayor rigor en su tratamiento informativo.

• A menudo, el status jurídico de una droga termina favoreciendo un tratamiento más benévolo de las drogas legales por sobre las ilegales.


Dicha posición de privilegio no sólo está vinculada al status, sino también a la tolerancia social de la que gozan. Generar conciencia respecto a los daños que generan las drogas legales permitiría empezar a cambiar cierto halo de inocuidad y aceptación en torno al consumo de alcohol.

• Los periodistas muchas veces hablan de consumidores y adictos como si fueran términos similares. No es lo mismo usar una droga que abusar de ella. Equiparar al consumidor con el adicto termina desdibujando las fronteras entre uso, abuso y dependencia.

• Hay que ser especialmente cauto en el uso de términos relacionados con ciertas sustancias y con las adicciones en general, ya que pueden transmitir connotaciones atractivas. De igual manera, incluir en un artículo periodístico sobre narcotráfico el valor mercado de la mercancía decomisada termina destacando el aspecto lucrativo de esta actividad ilícita.

• Repiten desde diversos sectores que la marihuana no genera adicción, que es menos tóxica que el tabaco, que se trata de una droga blanda, y que hasta puede resultar beneficiosa en algunas circunstancias médicas. La difusión de las “bondades” de la cannabis genera confusión y alimenta su supuesta inocuidad y aceptación social.

• Algunas cifras de prevalencia poblacional comparativa con otros países, difundidas por organismos internacionales, a menudo son abordadas desde un enfoque de ranking o tabla de posiciones. Las estadísticas son de suma utilidad para el diseño y ajuste de las políticas públicas sobre drogas. De ninguna manera cumplen con la función de cubrir la demanda periodística por obtener primicias.

• Especialmente luego del fallo de la Corte Suprema en el caso Arriola (2009), se observa una frecuente confusión entre lo que es la despenalización del uso de drogas ilegales, la tenencia de drogas para consumo, la legalización de alguna sustancia y la liberalización de alguna droga. En el mismo orden, se percibe un profundo desconocimiento integral del marco legal actualmente vigente. No está de más acudir a la ley N°23.737 para informar con mayor precisión.

• El uso de determinadas palabras o la reedición de las asociaciones tradicionales respecto a las drogas y sus usuarios pueden estimular el rechazo social hacia ellos, su marginación, su estigmatización. La utilización de estereotipos puede agravar la reacción de la sociedad hacia los consumidores y adictos, o volver el problema de la droga un tema de otros.

• Se suele atender el aspecto criminal del fenómeno de las drogas, en desmedro del aspecto social. Este desbalance se evidencia en la abundancia de noticias en las secciones policiales, en desmedro de las publicadas en las de sociedad. La prevención y la atención socio-sanitaria del fenómeno de las drogas es lenta, pero continua. Cada segundo produce una noticia, y su desarrollo global debe convertirse en noticia porque lo es.

• Los lugares comunes en el discurso periodístico funcionan porque están adheridos como lapas en el imaginario colectivo, o porque quienes los usan están convencidos de estar utilizando un lenguaje técnico o formal. La frase “el flagelo de la droga” se ha convertido en sí misma en un flagelo. Se sugiere utilizar el término “problema” o “problemática”.

No obstante, salvando con los consejos previos el primer obstáculo en torno al presunto desconocimiento del tema al momento de comunicar, es necesario dar un paso adelante. En tiempos en los que desde los medios de comunicación se ha construido un imaginario social que lamentablemente banaliza el consumo de drogas, este artículo invita a redefinir el rol de los periodistas a la luz del impacto (o costo social) que determinadas informaciones periodísticas tienen sobre la sociedad en su conjunto.

El tratamiento informativo de ciertos temas socialmente complejos es algo a consensuar, a redefinir entre los actores partes del proceso comunicacional.

Voceros, fuentes informativas, cronistas, editores, propietarios de multimedios y demás miembros del ecosistema mediático-comunicacional deberían establecer claramente las reglas del juego, los sesgos, las trampas y trucos. 

Y por sobre todas las cosas, las responsabilidades que, en menor o mayor alguna medida, todos comparten al transmitir una información que, como en el caso del uso y abuso de drogas, puede ser extremadamente costosa para la sociedad sino se la difunde desde la premisa de una responsabilidad social frente al problema.

Muchos periodistas sostienen que el modelo mediático existente es incompatible con un desempeño socialmente responsable de la profesión. Sin embargo, el periodismo también tiene la potestad para erguirse por sobre lo coyuntural, sumar valor agregado a la información, encauzar ánimos y movilizar para construir consensos y soluciones sustentables. No es que se deba depositar una expectativa adicional sobre el ejercicio del periodismo. Pero la idea de servicio hacia los demás, como centro de una vocación pública, debería ser una premisa a respetar por encima de cualquier otra exigencia.

No existen en el mundo soluciones recetadas a la compleja situación de uso y abusos de sustancias legales o ilegales, que nacen por múltiples causas, como tampoco al problema del narcotráfico y sus delitos conexos. Pero sin dudas, las soluciones partirán de los diversos canales sociales que faciliten la comunicación, los diálogos, los consensos, la inclusión, la participación, la prevención y el compromiso de todos. Y en este terreno, los periodistas y los medios cumplen un rol determinante y fundamental.

El ejercicio periodístico no puede limitarse a la construcción del presente informativo con meros fines de conocimiento público. No se trata de negar una dimensión tan importante del quehacer laboral, pero sí de ampliar la mirada hacia otras posibilidades de ejercicio profesional que prioricen el amor al prójimo, el respeto por la verdad y el servicio del bien común. El mayor servicio a la comunidad es la verdad. Pero a la vez, la verdad que luce más espléndida es la que sirve para orientar a una comunidad.

Bien dijo Saramago: “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”.



Lic. Esteban Wood - Consultor en comunicación institucional y asuntos público-gubernamentales, especializado en la problemática de las drogas. Ex vocero de la SEDRONAR.

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