Opinión

Periodistas bajo fuego

Sábado 16 de Noviembre de 2019

Periodistas bajo fuego

Por Monica Gutierrez

El planteo no podía ser mas explícito y brutal. Lo puso en palabras la ministra de Comunicación Roxana Lizárraga, nombrada por la presidenta interina de Bolivia Jeanine Añez.

“La prensa tiene que tener todas las garantías para trabajar, y con aquellos periodistas o pseudoperiodistas que estén haciendo sedición se va a actuar conforme a la ley, porque por lo que hacen algunos periodistas bolivianos o extranjeros que están causando sedición en nuestro país tienen que responder ante la ley boliviana”.

La advertencia sonó contundente y supone una clara amenaza a la libertad de expresión.

Se da en un contexto de creciente violencia verbal y física contra los periodistas que fatigan por estas horas las convulsionadas calles de La Paz tratando de mostrar al mundo lo que está ocurriendo.

Insultos, patadas, hostigamiento y agresiones de todo tipo sobre los colegas que intentan contar lo que ven mientras esquivan la represión policial aspirando gases y administrando el rigor de la altura para evitar el apunamiento.

La sola imagen del grupo Alacrán de la Gendarmería comandando la evacuación de los periodistas argentinos tras recuperarlos de las calles ardientes de la capital boliviana para resguardarlos durante la noche en la sede diplomática, da cuenta de un estado de cosas que, aunque luzca alucinante, se veía venir.

Dijo la controvertida ministra, abogada y periodista de radio y televisión: “Sus compañeros periodistas están haciendo denuncias falsas sobre este tema. Los hechos que están denunciando son totalmente falsos. La persecución que están denunciando es totalmente falsa. ¿No sé a qué juego están jugando?".

Los sucesivos intentos de aclarar terminaron sumando oscuridad.

Lizarraga negó totalmente los hechos. Las imágenes que se vieron en las calles muestran a los reporteros acorralados por manifestantes que, no solo los increpaba a viva voz sino que, les propinaron golpes y empujones.

La cosa se puso espesa. Los cronistas y sus camarógrafos tuvieron que atrincherarse en los hoteles para poner a salvo la integridad física. No fueron precisamente bien recibidos en sus alojamiento por miedo a que la sola presencia de los cronistas expusiera las locaciones a ataques personalizados o actos de vandalismo.

“No podemos permitir que periodistas que vengan del extranjero puedan causar enfrentamiento entre los bolivianos”, insistió en una nota con Ernesto Tenembaum la ministra. No hubo manera de correrla de ahí.

La seguidilla de corridas, acorralamientos y trifulcas que nuestros colegas tuvieron que soportar durante el transcurso de sus coberturas tuvo una inquietante particularidad: venían de los dos bandos. Se los increpó por derecha y por izquierda. Una ofuscación, un odio hacia el rol tan jaqueado, tan vilipendiado desde los atriles y documentos del poder. Nada nuevo.

El Grupo de Puebla reunido en Buenos Aires di a conocer, hace apenas unos días, una declaración final de 15 puntos que convoca a ser “un factor de unidad del progresismo y del pueblo” pero que hace un llamado con urgencia a la comunidad internacional "a rechazar la articulación del poder judicial con los medios de comunicación que, en muchos de nuestros países persiguen arbitrariamente a líderes y lideresas progresistas para obstaculizar proyecto políticos”. La declaración consta de 15 puntos y este es el segundo.

En el paper no hay discriminación alguna que dieferencie a la tarea de los periodistas profesionales de los titulares de los grupos mediáticos. Quién dice medios, dice empresas de medios y todo lo que ellas contienen, incluido los trabajadores de prensa que son los que ponen el cuerpo en todas las refriegas y las primeras víctimas de una guerra sin cuartel.

“¿A vos quién te manda?” es una frase recurrente de funcionarios y dirigentes políticos a los reporteros cuando una pregunta no les gusta. La estrategia de tratar a los entrevistadores como gente que salió a hacer los mandados fue abriendo camino y consolida la idea de que cronistas y reporteros son sicarios de baja monta o agentes encubiertos al servicio de intrigas u operetas.

La exaltación maníaca del periodismo militante también hizo su aporte al contexto de peligro que comienza a acorralar a los que trabajan en exteriores.

“¿Y vos, de qué lado estás?”, es otra pregunta fatigante. Se da por sentado que no hay espacio alguno para la búsqueda desprejuiciada de la verdad o algo que se le aproxime. Se espera que toda crónica, descripción o interpretación de un hecho debe ser hecha desde una predeterminada mirada política o ideológica.

Los periodistas y comunicadores somos los primeros en caer en las oscuras profundidades de la grieta. Al descrédito y el ninguneo se suma ahora un creciente clima de violencia física.

Hace mucho que desde las dirigencias se viene alegremente atizando el fuego. Una liviandad discursiva que se potencia en las redes para solaz y esparcimiento de trolls y retuiteadores seriales.

“Quien siembra viento, cosecha tempestades”.

Primero en las calles de Santiago, ahora en los perturbados barrios de la capital boliviana comienza a presentarse la violencia, en su modalidad más extrema: la confrontación directa, cuerpo a cuerpo con un otro al que se quiere neutralizar. Alguien a quien no necesariamente se conoce ni a quien mucho menos se puede evaluar, pero cuyo solo rol o tarea condena a la lapidación.

A tomar debida nota. Esto recién empieza.