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Angie Saadi acaba de recibirse de licenciada en Psicología en la provincia de La Rioja. Su historia está marcada por la parálisis cerebral, años de rehabilitación, discriminación escolar y el desafío de estudiar lejos de casa.
Lunes 22 de Diciembre de 2025
17:58 | Lunes 22 de Diciembre de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
Angie Saadi se recibió hace pocos días de licenciada en Psicología en la provincia de La Rioja. El logro no es menor: detrás del título hay una historia atravesada por la resiliencia, la constancia y la decisión de no bajar los brazos, aun cuando las expectativas iniciales sobre su futuro fueron desalentadoras.
“Me detectaron la parálisis cerebral al año y dos meses, cuando veían que no podía caminar como mis hermanas y arrastraba uno de los pies”, contó Angie. Tras el diagnóstico, los pronósticos médicos no fueron alentadores, pero su familia decidió buscar otras alternativas. “En el centro de rehabilitación de la provincia me dieron otra perspectiva, me dijeron que sí iba a poder progresar”, recordó.
Comenzó terapia a muy temprana edad y durante ocho años combinó rehabilitación con la escuela. Sin embargo, el recorrido educativo estuvo lejos de ser sencillo. Al iniciar el primario, algunos colegios se negaron a recibirla. “No me dejaban ingresar porque tenía una discapacidad y el colegio no se sentía listo”, relató. Cuando finalmente pudo asistir, debió enfrentar situaciones de violencia y discriminación. “Antes no se hablaba de bullying. Muchas veces la responsabilidad de las agresiones recaía en mí, era ‘no te la bancás y listo’”.
En el secundario, las situaciones se agravaron y decidió cambiar de institución. Allí pudo completar sus estudios y, años más tarde, tomar una de las decisiones más importantes de su vida: estudiar Psicología. “Al principio no me gustaba la carrera, yo quería otra cosa, pero con el tiempo le fui encontrando el gusto y hoy realmente me gusta”, explicó.
A los 22 años dejó su hogar y se mudó sola a La Rioja para continuar la carrera. El proceso no fue fácil. “Me sentí muy poco preparada. No sabía cocinar, no sabía andar en colectivo, no sabía hacer nada. Siempre fui muy sobreprotegida”, confesó. Esa sobreprotección, entendida desde el amor familiar, se transformó en un nuevo desafío. “Tuve que arrancar de cero, aprender todo sola”.
La adaptación social también llevó tiempo. “Me costó muchísimo porque no encontraba grupo, no tenía a mi familia atrás. Iba sola hasta que, con el tiempo, pude hacer amigos y ser un poco más social”, contó sobre su experiencia como estudiante en La Rioja.
Hoy, ya recibida, Angie reflexiona sobre la discriminación desde su formación profesional y su historia personal. “La discapacidad no es una enfermedad, es una condición. Yo no me puedo curar, puedo mejorar mi calidad de vida”, afirmó. Y agregó: “La discriminación empieza en casa, con la mirada de los padres, y sigue en la escuela, con el ejemplo”.
De regreso en Catamarca, Angi planea radicarse y comenzar a trabajar en un centro de día para personas con discapacidad. “Si no hubiera tenido a mi familia, seguramente no llegaba a estudiar una carrera universitaria”, aseguró.
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