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En el extenso primer volumen de "Una tierra prometida", que llegó a las librerías de todo el mundo hace menos de una semana, Obama recrea de manera descarnada, cómo afrontó las diversas experiencias por las que atravesó hasta llegar la Casa Blanca
Domingo 22 de Noviembre de 2020
13:57 | Domingo 22 de Noviembre de 2020 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
Como si no fuera suficiente con haber sido el primer presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos, Barack Obama volvió a romper un molde con la reciente publicación del primer tomo de sus memorias, en las que pasa sus excepcionales vivencias por el tamiz de una perspectiva singularmente humana.
En el extenso primer volumen de "Una tierra prometida", que llegó a las librerías de todo el mundo hace menos de una semana, Obama recrea de manera descarnada, pero a la vez sin dramatismo, cómo afrontó -y asimiló- las diversas experiencias por las que atravesó en su carrera hacia la Casa Blanca y, sobre todo, una vez que estuvo en ella.
El estilo ameno y la naturalidad con que fluye el relato, casi como si el narrador fuera un testigo y no el protagonista, no disimulan el asombro por los hábitos y las responsabilidades que debe asumir el gobernante de una de las mayores potencias mundiales ni la persistente preocupación por asuntos aparentemente mucho más sencillos pero propios de la cotidianeidad de quien no está dispuesto a sacrificar su familia por una carrera profesional.
Así, como si fueran componentes indisolubles de la experiencia que eligió vivir, Obama alterna la evocación de cuestiones tan disímiles como la necesidad de mudar de ciudad y cambiar de escuela a sus hijas pequeñas en medio del ciclo lectivo, y la sensación de quien, de un día para otro, pasa a cargar –incluso físicamente, con "el pequeño maletín revestido de cuero que acompaña al presidente todo el tiempo"– con "la autoridad para hacer explotar el mundo".
Con el mismo tono, el autor recrea sus desvelos, y los de su esposa Michelle, por evitar que la vida excepcional que se aprestaban a comenzar a vivir a partir del 20 de enero de 2009 afectara la formación de sus hijas, y algunos detalles que, no tantos años después, llevan –no solo a él– a añorar una época de convivencia democrática a la que la creciente polarización política parece haber puesto entre paréntesis en buena parte del mundo occidental.
Obama cree que la preocupación doméstica fue resuelta invitando a la madre de Michelle a vivir con ellos en la Casa Blanca: "La simple presencia de Marian mantuvo a nuestra familia con los pies en la tierra; fue una verdadera bendición tener a mi suegra, para nosotros se convirtió en el vivo recuerdo de quiénes éramos y de dónde veníamos", afirma.
De la convivencia con los adversarios políticos da cuenta su reconocimiento al esmero con que su antecesor, el republicano George W. Bush, lo recibió, lo aconsejó y puso la administración a disposición de su equipo, un detalle que no sería más que una anécdota si no se lo contrastara con la actitud del actual presidente, Donald Trump, que casi 20 días después de las elecciones seguía sin admitir el triunfo electoral de su competidor y sin facilitar la transición, en una época particularmente compleja por la pandemia de coronavirus y su impacto en la economía.
Otro reflejo de esa saludable práctica democrática es el detallado relato de por qué decidió –y cómo lo logró– que su primer secretario de Defensa, Robert Gates, fuera el mismo que venía desempeñando ese cargo en el gobierno de Bush.
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