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Wimbledon y el estupor por el repentino abandono de Emma Raducanu, la nueva chica maravilla: le costaba respirar

La joven, de 18 años, fue víctima de palpitaciones y no pudo seguir el partido frente a Ajla Tomljanovic

Lunes 05 de Julio de 2021

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23:22 | Lunes 05 de Julio de 2021 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

Es un signo de estos tiempos, potenciados por la pandemia, por el Covid y por las secuelas de un mundo nuevo, traumático. Le ocurre a todo tipo de personas: jóvenes y ancianos, empleados de oficina y deportistas de elite. Le ocurre, por ejemplo, a Emma Raducanu, una chica maravilla de 18 años, jovial y fresca, inteligente y divertida, que hace dos meses acudía al colegio, dejó de lado los últimos exámenes de matemática y economía y se dedicó de lleno al tenis, su verdadera pasión.

Le iba de maravillas: alcanzó los octavos de final de Wimbledon. En Londres se habla de su simpatía y su revés cruzado a la carrera hasta que, de pronto, un llamado de atención de la salud lo frena todo. Un deporte individual, la soledad abrumadora de un lado del mostrador y, al mismo tiempo, un estadio repleto. El encuentro lo estaba perdiendo 6-4 y 3-0, pero verdaderamente es lo de menos.

Palpitaciones, sensación de dolor en el pecho. La risa se había transformado en angustia, en un estadio repleto, cuando todos los ojos se posaban en su figura. Demasiado en tan poco tiempo. Un volcán de sensaciones del que pocos salen bien parados, firmes, altivos. Pidió asistencia médica y debió abandonar frente al estupor general. El triunfo, agrio, entonces, fue para la australiana Ajla Tomljanovic, que entre el apoyo global para la pequeña, tenía un respaldo de lujo, el italiano Matteo Berrettini, su novio. Pero no hubo espacio para risas, ni festejos. La angustia fue general.

Horas más tarde, Wimbledon anunció oficialmente que la razón del retiro fue por “problemas en su respiración”, sin precisar mayores detalles.

Su historia, inspiradora y multicultural, merece ser contada una vez más. Es una aspirante a estrella instalada en el 338° puesto de la WTA que hace dos meses acudía a las clases de Newstead Wood School. Algo así como la “nueva Coco Gauff”, representa a un crisol de razas, tan común en estos tiempos de globalización. Tres continentes, cuatro países. Nació en Toronto, Canadá, su padre, Ian, es rumano y su madre, Renee, es china, pero residen en Gran Bretaña desde los dos años. La familia se dedica a las finanzas y, desde hace algunas semanas, ven con otros ojos el revés a dos manos a la carrera de la pequeña guerrera, toda una delicia.

Del papá heredó el impulso para tomar riesgos; de la mamá, la disciplina. Para no generar conflictos en casa, admira a dos grandes campeonas: a Simona Halep y Li Na. Una es rumana, la otra, china. “Prefiero pasar a los octavos de final y no aprobar mis próximos exámenes, de economía y matemática…”, había dicho, días atrás. El deseo se le cumplió.

Antes de la Catedral, logró en su carrera módicos 39.558 dólares. De rostro angelical y potencia bravía, vive entre dos mundos. La economía y los drives. “Estoy tratando de construir mi carrera de tenis, pero continuar con mis estudios en la escuela me ayudó para tener otro grupo de amigos con los que también puedo convivir. Es completamente diferente, otra forma de vida. También es una válvula de escape para mí, es importante tener algo más que el tenis para mantener mi mente ocupada. Entrenar solo te llena unas horas cada día, así que esto me permite tener la mente activa. En la cancha, a veces pienso que, tácticamente, soy más astuta que otros”, afirma.

Entre líneas, había dejado un par de frases que podrían provocar cierto ruido en un especialista en psicología. Emma se exige tanto, que no acepta una nota más baja que un diez ni un par de derrotas en serie. “Creo que mis padres simplemente piensan que estoy loca. No aceptaré nada menos que una A… Creo que eso es lo que la gente a mí alrededor piensa de mí. También siento que tengo que estar a la altura de esa expectativa ahora”, reflexionaba. Y en los últimos días, debió dejar a un lado el celular, porque la explosión de su figura lo había superado todo.

John McEnroe, un leyenda del tenis, entendió perfectamente qué es lo que le ocurrió a Emma. Y recordó una antigua historia: “Vi a (Pete) Sampras vomitar en el US Open. Lo sacó adelante. Entonces, esto sucede. No es la primera ni la última vez, solo te muestra lo emocional y mental que es este deporte...”

Fuente: La Nación 

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