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Anguinán: investigan la causa del fallecimiento de un niño de 10 años
Farándula
El actor, que está haciendo temporada teatral en Buenos Aires con la comedia “Somos Nosotros”, en entrevista con Infobae contó cómo afronta su madurez tras superar momentos difíciles y qué le enseñó la enfermedad respecto a la vida y sus ambiciones.
Domingo 09 de Febrero de 2025
10:06 | Domingo 09 de Febrero de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
La vida de Fede Bal dio un giro inesperado en 2020, cuando le diagnosticaron cáncer de recto en una fase avanzada. Desde entonces, confesó que comenzó a valorar las cosas simples: “Le bajé a la ambición. Soy bastante feliz”. A sus 35 años, entendió que se encuentra en un momento de madurez personal, en el que desea que se conozca una faceta suya menos conocida.
Hoy, brilla en la temporada de verano en Buenos Aires con la obra Somos Nosotros, junto a: Denis Dumas, Sofía Pachano, Germán Tripel y Lionel Arostegui. “Las cosas vienen por algo, y siento que esta obra también”, reflexiona. Asimismo, aunque su corazón esté físicamente en la ciudad de la furia, no oculta su nostalgia por Mar del Plata, un lugar que le trae el cálido recuerdo del aroma de la fábrica de alfajores Havanna, que solía visitar cuando tenía 15 años.
—¿Cómo anda el teatro y Somos nosotros?
—Bien. Temporada en Buenos Aires. Algo que hice pocas veces. Carlos Paz y Mar del Plata me tiraban porque las propuestas eran en esas ciudades que amo. Hay algo de hacer teatro acá. La ciudad baja un poco la locura del año. Muchos se fueron de vacaciones y mucha gente elige la Ciudad para venir.
—Buenos Aires en verano es hermosa.
—Es hermosa siempre. En verano tiene esa magia. Sacando el calor, porque lo sufro mucho. Tenés lugares para comer y no está todo explotado. Podés elegir esos que en el año se hace un poco difícil cuando llegás un poquito después de una función.
—¿Qué pasa con las fiestas que hacías en verano en Mar del Plata? ¿La Costa incentivaba? ¿Buenos Aires, te tiene más tranquilo?
—Sería feo echarle la culpa a un lugar. Creo que lo llevo conmigo. Con 35 años estoy más calmado. En Buenos Aires tenemos muchos amigos, pero cuando viajas a Mar del Plata o Carlos Paz para la temporada, estás un poco solo de tu círculo. Me llevaba a mis amigos y mi casa era el punto de reunión de la comunidad artística. Pasaba algo lindo en Carlos Paz y Mar del Plata desde que era chico. Vivía en barrios normales de Mar del Plata, no privados. Mi vieja y nuestros compañeros, como Nito Artaza venían porque sabían que la pasábamos bien. No era como la gente imagina, no estábamos desnudos ni corriendo.
—Me imaginaba gente saltando desnuda en la pileta.
—No siempre. Era más un asado porque mis amigos, los que vivían en mi casa, me esperaban con el asado listo. Era un lugar donde nadie filmaba, un lugar de amor para los actores que estaban fuera de la ciudad. Ahora, estoy más tranquilo.
—¿Crees que hay algo de una construcción que se hizo en el imaginario sobre quién es Fede Bal?
—Totalmente. Últimamente me siento cada vez menos Fede Bal. Estoy tratando de que se conozca algo diferente de mí. Sé qué lugar quieren que juegue. Muchas veces me hago cargo, se han conocido cosas que lleva a la pregunta básica y humorada fácil. De algunas soy responsable y otras no tanto. La vida pasa, tuve parejas conocidas, relaciones escandalosas, fui inquieto, y sí, he hecho fiestas. Me encanta celebrar y disfrutar. Hacemos teatro para después ir a comer y para irnos de joda. Un actor que no disfruta esa parte es como un jugador de rugby que no disfruta del tercer tiempo.
—En algún momento nos convencimos de que eras un adicto al sexo, que hacía fiestas en la temporada. ¿Cuánto hay de personaje y cuánto de realidad?
—Hoy no me reconozco en algunas cosas de mi pasado. No quiere decir que no sea ese hombre. Creo que estamos en constante evolución, tratando de dejar atrás lo que nos hace mal. Por ejemplo, lo de “adicto al sexo” me genera risa porque yo nunca lo dije. Lo dijo la prensa.
—Es peligroso como hablamos de adicción al sexo, que tiene una connotación positiva cuando no deja de ser una enfermedad.
—Es un problema. Cuando lo dijeron, la gente se reía: “Fede Bal, adicto al sexo”. En una de mis separaciones dije algo que sigo sosteniendo: me estoy ocupando de ser una mejor persona, novio, hombre, y ser más fiel a lo que siento. No quiero mentir ni lastimar. Muchas veces no fui claro con mis palabras y sentimientos, y por eso me ocupo de ir a terapia. Tengo un problema con mis palabras. Lo de “adicto al sexo” viene de ahí, es algo que se genera y yo me río un poco, pero es un problema. No es que necesito el sexo a diario, tres veces por día. Necesito el sexo como cualquier ser humano de 35 años.
—Podés pasar un período sin relaciones sexuales. Se te construyó una fama que parece que no podés estar un fin de semana.
—Estoy hace mucho sin tener sexo. Y acá estoy. No me está temblando la mano, no se me seca la boca.
—¿La separación con Flor tuvo que ver con esta maduración y entender que hay que terminar ciertas cosas a tiempo?
—Con Flor tuve una relación increíble y mágica. Sigo sintiendo un montón de cosas por ella. Me enseñó el amor sano. El respeto y cómo crear una relación desde libertades que nunca había tenido. No descarto un encuentro en algún momento de la vida, tal vez un café y ver qué nos pasa. No estoy diciendo nada que ella no sepa. Por primera vez en mi vida, creo que tuve un fin de relación más sano que los anteriores.
—¿Seguis enamorado?
—Tengo un amor por ella que nunca se va a ir. Ese estado de enamoramiento fue mutando, pero creo que todavía nos tenemos un respeto y amor enorme.
—En este crecer en ciertas cuestiones y entender que uno no quiere lastimar a nadie, ¿pediste disculpas?
—Si, estoy recurriendo a esos momentos. Si no cerrás etapas pidiendo disculpas, no podés seguir. Pensé que había superado etapas difíciles que sufrí. Si uno miente parece que se lleva la mejor parte, no duele tanto. Duele más. Me siento arrepentido de muchas relaciones, sobre todo los finales, cuando sabías que debías haberte separado meses antes. El arrepentimiento de no haber hecho las cosas de otra manera puede ser doloroso. Los finales que llegan demasiado tarde, suelen dejar una marca más profunda.
—¿A quién?
—Hace poco pude pedirle disculpas a Sofía. Me porté muy mal con ella. Hace un tiempo tuvimos una buena charla de fin. Somos personas, nos puede pasar un montón de cosas, pero lo importante es no lastimar.
—¿Ella las aceptó las disculpas?
—Yo siento que si.
—La charla estuvo.
—La charla estuvo.
—¿Te sentarías a hablar con Barbie?
—No, no. Pasaron muchas cosas y tengo algunos límites, grandes.
—¿Qué tipo de terapia estás haciendo? ¿Psicoanálisis?
—Estoy haciendo un psicoanálisis sano e intenso. Creo que es bueno cambiar y escuchar otras formas de ver tu accionar en la vida. Estoy con un psicólogo que me siento cómodo. Al principio fue difícil. No tengo miedo que suba algo a Twitter lo que hablo ahí. Hay una cierta información que el carga. No estoy diciendo que sepa todo sobre mí, pero tiene esos titulares, sabe quien es mi papá y mamá.
—¿Se lo preguntas?
—Claro. “Hola”, le dije. “¿Te puedo hacer unas preguntas? Ya sé que vos sos mi psicólogo. O tal vez si nos llevamos bien, puede que seas. O me podés decir no quiero seguir atendiéndote, perfecto. Pero hay cosas que necesito preguntarte”. “Sí, me dice”. Se rió. La cantidad de data que le di los primeros dos minutos de charla.
—¿Qué le preguntaste?
—Le pregunté si sabía que trabajaba en la tele, quiénes eran mis padres, si sabía que se habían separado, y si conocía los titulares que habían salido en los diarios. Saber entre comillas.
—¿Y qué preferías?
—Prefiero que sea sincero. Detesto cuando dicen no saber quién soy y sé que lo saben. No me molesta que no sepa.
—¿Cuál es la forma de conocer a alguien?
—Es muy difícil para mí conocer a alguien. No tengo fórmula. Soy caradura. No me considero fachero. Se me ha dicho el galancito del momento pero le escapo a eso, me parece superficial. Tuve muchas novias porque me gusta. No tengo vergüenza. Soy frontal, lo que puede ser bueno o malo.
—¿Te dijeron más no que sí o más sí que no?
—Me dijeron mucho más no que sí.
—¿Te rompieron el corazón?
—Sí. Soy un enamorado del amor. Esos primeros seis, siete meses son un loop de fascinación, adoración, devoción, el sexo es increíble. El tema es sostener la curva. Entender que estás entrando en la fase dos, tres de las relaciones.
—¿Podemos hablar un poquito del cáncer?
—Claro.
—¿Cómo fue?
—Fue duro, increíble y revelador, pero me dio un lado luminoso de la vida. Después de ese momento, cuando lo superé y se fue. Hoy sigo con mis chequeos y soy consciente de que voy a ser un paciente de cáncer toda la vida, pero no me duele nada porque entendí que el dolor es otro. Trato de no quejarme. Le bajé a la ambición. Soy bastante feliz.
—Es importante lo que decís, porque no todo el mundo quiere saberlo y es válido. Los médicos te dan los porcentajes o lo que viene en función a lo que cada paciente quiere saber. Vos quisiste saber.
—Todo. Yo necesitaba tener números, gráficos de torta, cuánta gente muere de esto, saber cuáles son mis probabilidades de estar bien. Yo tuve un cáncer en el recto bastante avanzado.
—¿Cómo se detectó? Vos no tenías un dolor. Era parte de los estudios de rutina.
—Si, tenía. A los 30 no suelen hacer estudios de rutina. Empecé a tener sangrados al ir al baño y era cada vez más fuerte. No me hice el estudio por un año, hasta que Sofía, que se portó tan bien conmigo en esto, me llevó casi de los pelos y me hice una colonoscopía. Estaba haciendo temporada y a los tres días me llamó el doctor Huertas. Me dijo que tenía cáncer maligno y me sugirió ir a Buenos Aires a empezar el tratamiento.
—¿En qué momento entendiste que te podías morir?
—Cuando se lo dije a mi vieja. Ninguna madre está preparada para que su hijo le diga “tengo cáncer”. Mi cabeza estaba más preocupada por ella que por mí. Los gritos de ella tirada en el piso. Me decía: “Levanto la temporada”. Yo le respondí que no me iba a morir de esto, que en algún momento me iba a morir pero no de esto, y que ahora tenía que hacer el tratamiento.
—Había algo de contárselo a ella que lo hacía real.
—Mi mamá es la mejor mujer que conocí. Tengo un amor por ella que no sé cómo explicar, es la luz de mis ojos. Me enseñó todo sobre esta profesión y sin ella no sería nada. Me acompaña, nos damos consejos y nos escuchamos. Es una leona. La vi en momentos durísimos.
—¿Lloraste mucho en ese momento?
—Lloré un mes, unas semanas. Después ya está. Al carajo. No me imaginaba morir con una bata a los 30 años todo flaco. Me voy a morir en otro momento, luchando.
— ¿Qué pagaste deudas es literal?
—Sí, a mi vieja siempre le debo un poco de plata. Yo recién me estaba mudando a una casa que compró y la puse hermosa. Hice unos movimientos de plata que no quería. Raro porque si te vas a morir, ¿qué importan las deudas? Pero en mi cabecita de ruso quería tener todo en regla.
—Me decías que aprendiste mucho con la enfermedad. ¿Acomodó las prioridades?
—Completamente. A veces se me va un poquito y pienso en el rating o likes, pero recuerdo todo lo que viví. Me di cuenta de que no quiero mucho más de lo que tengo: una mamá increíble, un papá que me acompaña desde el cielo, amigos tremendos, amor, y un perro que disfruto cada día.
—¿La enfermedad bajó la ambición?
—Completamente. No quiero hacer cosas por plata, sino por orgullo. Que le pueda dejar a un hijo el recuerdo de: “¿Sabés qué? Tu papá me hizo reír mucho”. La plata se me va. La vida es ahora. Me gusta más comprar una figura de acción, como un Darth Vader que hace luces. Me da más placer.
—O sea, invertís en figuritas de El hombre araña, de la Guerra de las Galaxias.
—Tengo una obsesión con los Legos. Los armo y siento que es una terapia. Hay algo que se desconecta. De golpe estoy solamente buscando la piecita. Puedo estar horas.
—Que importante.
—Es muy importante. Ya no quiero el lego chiquitito, quiero las naves que son caras.
—Me parece que es un tipo de meditación meterse en algo y sacar todo el ruido alrededor.
—Lo siento así. Me da la suerte de que por algo es la empresa de juguetes número uno. Hay algo de desconexión, meditación. Tengo una colección que hoy creo está valuada en 30 mil o 40 mil dólares.
—¿Y están en algún lugar de la casa?
—Me quedo sin espacio, todo un cuarto. Entonces estoy haciendo todo un mueble nuevo. Armé todo un estante reforzado. Una novia me lo rompió. Fue donde más me duele. Tres naves mezcladas. Imposible de armar. Cada bolsita viene con un manual. Me encerré un fin de semana y lo solucioné con paciencia. Con música de fondo.
—O sea, te ocupaste primero de las naves que de la novia enojada.
—Fue un poco al mismo tiempo. ¿Cómo llenar ese lugar si primero no limpias lo otro? Un poco haciendo referencia a la nave y a mi living completamente roto de piezas. Y también de mi corazón.
—¿No me vas a decir quién fue la novia que te rompió? ¿Sofía?
—Sí.
—¿Qué olor te lleva a tu infancia?
—El de la fábrica Havanna, en Mar del Plata. Aprendí a hacer surf por las mañanas en Bahía Bonita y Cardiel, una playa cerca de la Bristol, justo al dar la curva antes de llegar a la vieja fábrica de Havanna. Ellos hacían toda la producción por la mañana. Yo me metía más o menos a las 6:30, porque es el mejor horario, cuando el mar está impecable. Ese olor a mañana, la sal del mar, el amanecer, la parafina, el bronceador y el dulce de leche, todo combinado con la producción de la fábrica, es algo que cuando lo puedo vivir en los veranos me da mucha nostalgia. A los 15 años.
—En Resto del mundo viajás un montón.
—Un montón. No me puedo quejar.
—Vuelve.
—Vuelve este año con un montón de viajes. Empezamos en Vail. Vamos a New Orleans, Louisiana. Vamos a hacer parece que Perú, Chile. Hay una idea de ir a Tokio que estoy cruzando los dedos. Si vamos a Tokio quiero extender el viaje e ir a Corea también. Hacer locuras por Asia.
—¿Se disfruta o es laburo?
—Es el mejor trabajo del universo.
—Estuviste en Israel.
—Si.
—Tenés un tatuaje en hebreo, ¿qué dice?
—Hijo de Carmen Luz. Mirá si no quiero a esa mujer.
—¿Qué te pasa con todo lo que está viviendo Israel?
—Me duele. Cuando llegué a Tel Aviv y Jerusalén, algo me tocó profundamente. No sé si es por mis antepasados. Tuve un pequeño acercamiento al judaísmo; crecí en una familia algo judía y fui a un colegio judío. Aunque me considero ateo, hay un cierto amor. En Tel Aviv y Jerusalén me emocionaba ver ese amor a la vida, esa celebración de que cada día cuenta.
.—Siento que te involucras, que te interesa la cultura e historia de los lugares, que hay un aprendizaje que venís haciendo, ¿no?
—Enorme. Me encanta conocer idiomas, culturas y soy fanático de la comida. Pruebo sabores, bebidas, voy a museos. Hace poco vi algunas obras exclusivas de Picasso en un museo de Austria.
—¿Te queda algo de plata o la gastas toda en el viaje?
—Vuelvo con deudas.
—Y así llegaste a Blender, ¿que también te hace feliz?
—Mucho. Soy muy yo ahí. Ellos me abrieron la puerta y es muy lindo. Están en un momento muy hermoso, con un streaming un poco de lado B. Algo en ellos, que están muy rotos, hace que su humor me haga bien.
—Eso da posibilidades, como hablábamos con Gonzalo Heredia. Lo que hicieron con la novela les permite jugar, algo que la tele tal vez no da hoy.
—Creo que la tele está apuntada a otro público, ahí está el error. Hay que atraer a los jóvenes con contenido, como en los streaming. El streaming tiene menos barreras, la tele genera distancia.
—A mí la tele me encanta.
—Me siento un señor cuando hablo de la tele.
—¿Por qué?
—Porque ya no quedan. Buscá a alguien de 25 a 35 años que te diga que la tele es lo mejor del mundo.
—¿Vos sentís que es lo mejor del mundo como medio?
—Lo mejor del mundo. El aparato genera algo maravilloso.
—¿Sos feliz en el teatro?
—Muy. Me pasa algo muy lindo con el teatro: ver la reacción de la gente, sus manos apretadas. Es una obra que estamos haciendo, Somos nosotros, estamos en el Tabarís, de miércoles a domingo. Entradas por Plateanet. Hay algo ahí de qué pasaría si de golpe tu marido te dice, o en este caso tu mujer, que le pasan cosas con otra persona. Antes de hacerlo quiere hablarlo. Algo que tal vez no pasa mucho. Es muy divertido.
—Justo a vos, mirá la que te tocó.
—Lo acepté porque es un papel con el que no me siento muy cómodo, que no hice mucho en teatro, por eso me gustó ser parte de este equipo. Me saca de ese lugar común de galancito de verano que muchas veces hice.
—Sumado a lo que venía de pasar a nivel salud, al quiebre en esa pareja.
—Las cosas vienen por algo, y siento que esta obra también. Hay mucho que aprender. Está bueno decir la verdad, estamos de paso. Si nos enroscamos en mentiras, no llegamos a nada. Cada obra que hice me enseñó algo importante.
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