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El mundo que espera al nuevo Papa: caos comercial, gasto militar récord y amenaza nuclear

El cónclave que elegirá al nuevo Papa puede quedar opacado por dramas que se desarrollan en la escena global: desde las aventuras de Trump hasta el peligroso conflicto en Asia.

Sábado 03 de Mayo de 2025

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11:15 | Sábado 03 de Mayo de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

La atención global volverá a depositarse en el Vaticano esta semana. El miércoles a las 16.30 (11.30 hora argentina) comenzará el cónclave en el que se elegirá al sucesor del papa Francisco. Los 133 cardenales electores podrán votar dos veces ese día y cuatro el jueves —dos durante la mañana y otras dos por la tarde—. En cuatro de los últimos cinco cónclaves eso fue suficiente para reunir los dos tercios necesarios para consagrar a un nuevo pontífice. Así que lo más probable es que el jueves haya fumata blanca. 
 
El jueves que pasó se conoció al primer candidato oficial, si se permite la licencia de un término que no cabe para una carrera en la que nadie se anota formalmente. El maltés Mario Grech fue el primero en ser propuesto por uno de sus colegas, el cardenal Jean-Claude Hollerich, de Luxemburgo. Fue durante la sexta congregación general desde la muerte de Francisco. Estos encuentros son la instancia en la que los cardenales se reúnen para delinear los pasos a seguir y sirven para que todos los que tienen derecho a voto —los menores de 80 años— puedan anticipar hacia dónde se dirige el cónclave. 
 
 
Los cardenales votarán al próximo Papa con una idea clara: mantener la unidad. Foto: NA.
Grech tiene 68 años. Cursó estudios de derecho canónico en Roma, presidió la Conferencia Episcopal de Malta entre 2013 y 2016, y fue nombrado cardenal por Francisco en 2020. Estuvo a cargo del Sínodo de Obispos. Es percibido como alguien que va a profundizar las reformas iniciadas por Francisco que apuntan a quitarle poder a la curia y hacer a la Iglesia más horizontal y abierta hacia la comunidad, incluidos los laicos.
 
Hasta la propuesta de Hollerich, el nombre que más se repetía en los círculos vaticanos era Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede desde 2013. El argumento repetido es que reúne muchas condiciones que parecen indispensables para mantener unida a la Iglesia en un momento tan crítico a nivel interno y en el mundo. Fue un colaborador estrecho de Francisco, pero es visto como un moderado, que debería atemperar más que profundizar los cambios más disruptivos. Y es un diplomático de carrera con mucha experiencia en el arte de la negociación, algo que podría ser vital tras años de intrigas en la curia, que coinciden con un orden político global en crisis.
 
La mano de Parolin se vio en la histórica reunión que Donald Trump y Volodimir Zelenski mantuvieron en la basílica de San Pedro, antes del funeral de Francisco. Esos 15 minutos fueron el primer cara a cara entre ambos tras el escandaloso encuentro realizado en la Casa Blanca que terminó a los gritos ante las cámaras de televisión, y con el presidente ucraniano echado por su anfitrión.
 
El primer resultado de ese encuentro fue la firma del postergado acuerdo para la explotación conjunta de minerales críticos y energía. Los detalles se desconocen por ahora, pero le daría a Estados Unidos acceso al 50% de los beneficios futuros de esos emprendimientos, y a Ucrania le permitiría crear un fondo de reconstrucción. Además, Kiev cree que garantizar la cooperación estadounidense en materia económica blindaría la alianza militar y ayudaría a disuadir a Rusia de intentar otra invasión a gran escala. 
 
La reunión marcó un quiebre en el posicionamiento público de Trump, que pasó de culpar a Zelenski por la invasión rusa y por la falta de avances en su propuesta de un cese del fuego, a poner la lupa sobre Putin, que hasta acá no había mostrado ninguna voluntad negociadora. Primero lo criticó por un brutal ataque que dejó una docena de muertos al mismo tiempo que Steve Witkoff, su enviado especial, se reunía con el dictador ruso en el Kremlin. Y luego planteó abiertamente que creía que tal vez Putin lo estaba usando para ganar tiempo, sugiriendo que podría volver a aplicar sanciones contra Rusia. 
 
En un evidente gesto de distensión, Putin anunció una tregua de 72 horas con la excusa de la celebración de los 80 años del Día de la Victoria de la Unión Soviética contra la Alemania Nazi. Desde que el ex espía llegó al poder, se convirtió en la fecha patria más importante del país. Pero es imposible no ver esta tregua —que se extenderá del jueves al sábado— como una señal hacia Trump. 
 
Más allá de los símbolos, la paz entre Rusia y Ucrania sigue muy lejos. Esta guerra, a la que se suman ahora las imprevisibles oscilaciones de Washington, es uno de los mayores desafíos del mundo que recibirá el nuevo Papa. Un mundo en el que se multiplican los focos de conflicto. La prueba más clara es que el gasto militar global registró la mayor suba desde la Guerra Fría. El Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI) lo cifró en USD 2,7 billones, 9,4% más que en 2023. 
 
Datos que no contemplaban la posibilidad de que India, el país más poblado del planeta con 1.400 millones de habitantes, pudiera entrar en guerra con su némesis, Pakistán. Attaullah Tarar, ministro de Información pakistaní, dijo el miércoles a la madrugada en un sorpresivo mensaje que la inteligencia nacional anticipaba una ofensiva india en un lapso de 24 a 36 horas. Al momento de la publicación de esta nota, la amenaza no se cumplió. Pero desde hace más de una semana ambos ejércitos intercambian disparos en la línea de contacto, expulsan diplomáticos del rival y acumulan tropas y maquinaria militar en la frontera. La única razón por la que se puede esperar que el mundo entero va a hacer lo posible por evitar un enfrentamiento es que sería catastrófico: ambas son potencias nucleares con unas 160 ojivas cada una. 
 
 
Se intensifica la tensión en la región de Cachemira entre India y Pakistán. Foto: EFE.
El conflicto gira en torno a Cachemira, una región de mayoría musulmana ubicada en el norte de la India, en la triple frontera con Pakistán y China. Cuando el Reino Unido fue expulsado en 1947, el Raj Británico se disolvió en dos países: India para la mayoría hinduista y Pakistán para la minoría islámica. El problema fue que el maharajá que gobernaba Cachemira era hindú y decidió incorporarse a la India. Así se desató la primera de las cuatro guerras que se libraron en 50 años. El disparador en este caso fue el ataque terrorista —según Delhi apoyado por Islamabad— en el que 26 turistas fueron asesinados la semana pasada en Cachemira. Nadie sabe hasta dónde puede llegar la escalada, pero no hay dudas de que es una nueva razón para que se potencie la carrera armamentista global.
 
Por el momento, el continente que lidera el rearme es Europa, donde el incremento en el gasto superó el 17% en 2024, en línea con la preocupación creciente que genera la perspectiva de un involucramiento directo en la guerra entre Rusia y Ucrania. Ese temor quedó expuesto durante el histórico apagón que dejó sin electricidad durante varias horas a la totalidad de la Península Ibérica. La gran mayoría de los españoles estaban convencidos de que había sido un ciberataque ruso. Muchos lo siguen creyendo incluso después de que Red Eléctrica, la empresa que se encarga del transporte de la electricidad en el país, descartara de plano la posibilidad de que haya habido una intrusión en el sistema. No ayudó a generar tranquilidad que Pedro Sánchez siguiera alentando esa hipótesis con la promesa de una comisión investigadora que analizara en profundidad lo sucedido, en un claro intento por entretener a la opinión pública con una causa que lo dejaría a salvo de tener que asumir alguna responsabilidad.
 
 
Donald Trump y Volodímir Zelenski en una improvisada cumbre en el Vaticano durante las exequias del papa Francisco. Foto: NA.
El problema para Sánchez es que se conocieron informes previos de la propia Red Eléctrica alertando de la creciente amenaza de cortes por la dependencia cada vez mayor de las energías renovables. España produce mucho más de lo que consume, en gran medida, porque es líder en energía solar y eólica, que son menos contaminantes pero tienen un problema: sus flujos son oscilantes porque dependen de las condiciones climáticas y no tienen la capacidad de regular la potencia que envían al sistema, cosa que sí ofrecen las convencionales, como el ciclo combinado (gas), el carbón o la nuclear. Lo que los técnicos de la empresa advertían es que expandir las renovables y reducir las tradicionales sin antes generar una red de amortiguación podía ser riesgoso. Lo que pasa es que la agenda verde se convirtió para algunos gobiernos europeos en una bandera política, por lo que las consideraciones técnicas fueron dejadas de lado. Un ejemplo más de una Europa dominada por elites que impulsan sus propias agendas, incluso en contra del interés de la mayoría.
 
Es el argumento de Trump para impulsar muchas de sus iniciativas que apuntan a desmontar lo hecho por las últimas administraciones demócratas. Volver a alentar la inversión en combustibles fósiles y levantar todas las restricciones ambientales para proyectos mineros e industriales son dos ejemplos de esa determinación. Las reacciones son casi siempre exageradas y corren el riesgo de incurrir en los mismos vicios que aquello frente a lo que están respondiendo.
 
Ese es el sello de este segundo mandato de Trump, que esta semana cumplió 100 días. Probablemente haya sido el comienzo de gobierno más disruptivo de la historia reciente. De todo lo que se podría decir, hay un dato que llama la atención: a pesar de que está cumpliendo con todo lo que había prometido en campaña, la aprobación de su gobierno cayó del 52% al 45%, y la desaprobación trepó del 44% al 52%. Está claro que muchos no creyeron que iba a cumplir al pie de la letra algunas de sus propuestas más extremas. Sobre todo, las económicas. El temor generalizado es que la guerra comercial termine con una recesión combinada con una suba de costos, el peor de los mundos. 
 
Esa preocupación llegó a la Casa Blanca que desde hace dos semanas trata de enviar señales de distensión. Scott Bessent, secretario del Tesoro, machaca cada vez que puede en su buena disposición a negociar con los socios comerciales de Estados Unidos. Algunos, como México y la Unión Europea, están buscando fórmulas para achicar el superávit comercial que tienen, la mayor preocupación de Trump. Al mismo tiempo, el Gobierno anunció que reembolsará a los fabricantes de autos que terminen vehículos en el país: les devolverá 15 de los 25 puntos de aranceles aplicados a las autopartes importadas. Es la causa por la que los mercados, que habían tenido uno de los peores arranques de año en mucho tiempo, vienen encadenando varias jornadas consecutivas al alza.
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