Ni bien se proclamó como nuevo papa a Robert Francis Prevost, y se conoció que adoptó el nombre de León XIV, las autoridades del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec) postearon en las redes sociales: “¡El papa es peruano!”.
Efectivamente, el 24 de agosto de 2015, Prevost, luego de nacionalizarse, obtuvo el Documento Nacional de Identidad (DNI) , que lo acredita como ciudadano peruano. Y obtuvo la nacionalidad peruana ese mismo día.
Entre los datos que Prevost consignó en el DNI está la fecha de su nacimiento, el 14 de septiembre de 1955. Vino al mundo en Chicago, Estados Unidos, pero transcurrió 40 años de su vida en el Perú, particularmente en Chiclayo, una de las ciudades más importantes de la costa norteña peruana.
La provincia de Chiclayo es una combinación de 20 distritos urbanos y rurales. Hay distritos donde la pobreza monetaria afecta a más del 20% de la población, como Lagunas (26,8%), Santa Rosa (26%), Pátapo (25,9%) y Chongoyape (23%). Una región que ha recibido muchos migrantes venezolanos y que el nuevo Papa acogió en su diócesis, además, como presidente de Cáritas.
Prevost logró convertirse en autoridad del Arzobispado de la localidad chiclayana, que cuenta con registro histórico potente: en 1987, fue descubierta la tumba del llamado Señor de Sipán, un jerarca de la cultura precolombina Moche, cuyo centro de poder fue Chiclayo, ubicado en el departamento de Lambayeque.
Pero Prevost inició sus labores de pastor en 1985 en Chulucanas, una localidad del departamento de Piura, al norte de Chiclayo. Tenía 30 años.

Regresó a Estados Unidos para continuar su formación religiosa, hasta que fue nuevamente asignado al Perú, a la comunidad agustiniana de Trujillo, capital del departamento norteño de la Libertad. Cumplió trabajo pastoral en las comunidades de la región andina de Apurímac y en la amazónica de Iquitos, donde las poblaciones presentan altos índices de abandono y pobreza.
Desempeñó dichas funciones entre 1988 y 1998, un periodo muy duro en el que el Perú enfrentó la etapa más cruda de la insurgencia del grupo maoíosta Sendero Luminoso y la represión generalizada de las fuerzas armadas, que incluyó secuestros, desapariciones y acciones del escuadrón de la muerte “Colina”, compuesto por agentes del Ejército, cuyas actividades homicidas autorizó el gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000).
Prevost, cuya misión pastoral se caracterizó por su cercanía con la población más humilde afectada por la violencia, fue muy crítico respecto a las violaciones a los derechos humanos y no se guardó críticas al exdictador Fujimori.
En 2017, cuando el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski otorgó el indulto humanitario a Fujimori, quien cumplía condena de prisión de 25 años por la matanza de 25 personas -entre ellos un niño de 8 años-, el obispo de la Diócesis Chiclayo, Robert Prevost, cuestionó la decisión del jefe de Estado. Lo hizo particularmente porque consideraba que Fujimori no reconoció con honestidad su responsabilidad ni expresó arrepentimiento.
“El expresidente Alberto Fujimori pidió perdón en una forma, digamos, genérica, reconociendo en términos generales su culpa y algunos se han sentido ofendidos. Tal vez de su parte sería más eficaz pedir personalmente por algunas de las grandes injusticias que fueron cometidas y por las cuales él fue juzgado”, afirmó Prevost.

También desaprobó la forma en la que la presidenta Dina Boluarte, quien asumió funciones el 7 de diciembre de 2022, tras el frustrado golpe del exmandatario Pedro Castillo, trató a los manifestantes que rechazaban su designación. De acuerdo con Amnistía Nacional, fuerzas del Ejército y la Policía Nacional asesinaron a 49 ciudadanos que salieron a la calle a protestar entre diciembre de 2022 y marzo de 2023.
El obispo de Chiclayo tenía previsto retirarse de la Arquidiócesis de Chiclayo, pero debido a la gravedad de la violencia gubernamental contra los manifestantes que ejercían su derecho a la disidencia, Prevost decidió quedarse un tiempo más con permiso del papa Francisco.
“Siento mucha tristeza y mucho dolor. Incluso le dije al Santo Padre que no es el momento para dejar el país. Yo quiero seguir acompañando al pueblo. La mayoría está buscando la reconciliación y la paz. Hay sectores de la población que se sienten olvidados, ignorados y que tienen reclamos legítimas”, explicó Prevost.

Para entonces, había escalado importantes posiciones en la jerarquía eclesiástica del Perú.
Entre 2020 y 2021 ejerció como administrador apostólico de la Diócesis del Callao, el principal puerto del país, y entre 2018 y 2023 se desempeñó como vicepresidente de la Conferencia Espiscopal del Perú, entre 2018 y 2023. Prevost se fue del país en tiempos recios, como diría Mario Vargas Llosa, por eso, al ofrecer su primer discurso, recordó con emoción su estancia pastoral en la Diócesis de Chiclayo. En las redes sociales ya se le llama “el Papa chiclayano”.

Por el perfil de León XIV, es poco probable que desactive la disolución de la organización religiosa laica Sodalicio de la Vida Cristiana y perdone al cardenal Juan Luis Cipriani, en ambos casos por abusos contra menores. Ambas medidas las adoptó el papa Francisco en las últimas semanas de su vida, y con quien Robert Francis Prevost mantuvo un estrecho vínculo, al punto que sostuvieron un encuentro final muy poco antes de la partida del Bergoglio.