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Ya se sabía que la crisis hídrica, pero también las feroces heladas tardías de fin de 2022, iban a provocar una caída en la producción de los parrales de todo el país en la Vendimia 2023, que ya se está iniciando.
Sábado 18 de Febrero de 2023
09:08 | Sábado 18 de Febrero de 2023 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
Ahora sí que estamos en problemas. O mejor dicho, lo estaremos desde mitad de 2023, cuando las empresas elaboradoras comiencen a volcar al mercado el vino correspondiente a esta temporada. Es que la cantidad de uvas producidas habrá descendido nada menos que 21% en relación a la vendimia 2022. Eso significa que si el año pasado hubo uva suficiente como para hacer cinco botellas de vino, este año faltará para una botella. Para tomar dimensión, la Argentina exporta cerca del 20% del vino que produce. Es como si de un plumazo desapareciera todo el vino que se destina normalmente a los mercados en el exterior. Es un bajón de grandes dimensiones.
Esto no es alarmismo. Fue el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en consulta con todos los actores de la cadena, el que difundió el peor pronóstico de cosecha de toda la historia reciente: “La producción total se prevé en 15.352.900 quintales, lo que implica una disminución del 21% respecto de la cosecha 2022, que fuera de 19.368.030 quintales”, indicó en su estimación nacional.
El escenario es casi catastrófico, al menos para los bebedores del vino argentino, que acceden a una buena calidad promedio a los precios más competitivos del mundo. Con este recorte de la oferta seguramente “la bebida nacional” se encarecerá bastante en los mese sucesivos. Y seguramente también habrá crecientes conflictos en el mercado: si la uva escasea, las bodegas deberán levantar los precios pagados al productor o -como pretende alguna- recurrir a la importación de vino para cubrir los faltantes. El gobierno ya ha dicho que no se las hará sencilla.
Algunos argumentan que este choque no sucederá pues sobran stocks de vinos de otras campañas, que serán suficientes como para atender todos los frentes: el consumo interno más la exportación. Pero eso no sería tan cierto si se toma en cuenta un segundo indicador lanzado por el INV: la cosecha 2023 será la más baja de los últimos 12 años, y caerá nada menos que 34% respecto del promedio anual logrado desde 2011. En todo este tiempo, la Argentina vitivinícola elaboró sus vinos a partir de una producción promedio de 24,4 millones de quintales. Ahora habrá solo 15,3 millones. Esto representa una caída de 8 millones de quintales.
Una de cada tres botellas ha desaparecido.
Si esto no es crisis de una economía regional, la crisis dónde está. Más allá del glamour que puedan imprimirle las bodegas a sus etiquetas, la oferta de vides viene achicándose sin prisa ni pausa. Y más allá de la calidad del vino, se achica el negocio.
La catástrofe productiva (que caiga 20% la oferta de un año para otro es sin duda una catástrofe) responde a varios factores. Los climáticos juegan pesado, en especial la gran helada tardía que a fines de octubre y principios de noviembre congeló las vides en plena floración. Por otro lado, en varias zonas los productores están erradicando viñas para hacer otra cosa, porque la variedad implantada ya no les resulta rentable ni es codiciada por el mercado.
El daño provocado por la gran helada salta a la vista cuando, con datos recogidos a campo hasta el 15 de febrero, se sabe que la provincia de Mendoza, donde están la mayor cantidad de los viñedos, será la que muestre mayor daño: allí se estima una disminución promedio del 23% con relación a la producción 2022.
“Se debe a la ocurrencia de heladas tardías y tormentas de granizo, además de la escasez hídrica que se ha repetido este año”, indicó el análisis oficial. El daño ha sido grave pero muy dispar. En Mendoza habrá oasis con pérdidas que van desde 1% al 60% con relación a 2022.
Peor ha sido el castigo en el sur del país. En Neuquén y Río Negro, la helada recortó la producción en más del 50% de un año a otro.
En este escenario, el presidente del INV, Martín Hinojosa, reconoció que “las contingencias climáticas, la disminución de la superficie implantada de viñedos y la carencia de agua para irrigar nos llevará a tener una de las vendimias más bajas de los últimos años. El clima nos está castigando cada vez con más frecuencia y frente a ello deberemos comenzar a trabajar en defensas efectivas y modernas que nos permitan darle lucha y seguir produciendo”.
No dijo nada sobre lo poco que ha hecho el Estado Nacional para paliar la crisis hídrica o sostener a los productores que han perdido hasta 60% de la uva con las heladas tardías. Mejor dicho, luego de ese dramático evento el titular de Economía, Sergio Massa, hizo un acto en Mendoza anunciando que iban a crear un dólar especial para las economías regionales, comenzando por la vitivinícola. Pero nada de eso sucedió hasta ahora. No se sabe que es peor: si la helada, o el atraso del dólar con fórceps,o la improvisación oficial.
“Nuestros productores han hecho, como siempre, todos los esfuerzos para sostener la actividad. La realidad de cosecha 2023 nos compromete, hoy más que nunca, a estar cerca y acompañando a toda la vitivinicultura argentina”, expresó el presidente del INV. Pero no se sabe ni cómo, ni cuándo, ni dónde. Días atrás, Massa anunció financiamiento millonario para la Coviar 2 que ya había sido anunciado por el ex ministro de Agricultura, Julián Domínguez, hace un año.
Lo cierto es que se viene un fuerte ajuste en la oferta de vinos. Los productores ya la sufren y muy pronto la sufrirán también los consumidores. A los funcionarios seguro que nunca les faltará con qué brindar.
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