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Corea del Norte exhibe una fachada de modernización: turismo, consumo y marcas falsificadas

El régimen de Kim Jong-un impulsa una imagen de prosperidad con balnearios de lujo, centros comerciales y cafés que imitan marcas occidentales, en un intento por atraer divisas y reforzar el control interno.

Lunes 25 de Agosto de 2025

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12:26 | Lunes 25 de Agosto de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

Corea del Norte, uno de los países más aislados y autoritarios del mundo, ha comenzado a mostrar una nueva cara al exterior: una fachada de modernización y consumo que imita el estilo de vida capitalista. En Pyongyang, las élites locales frecuentan un Starbucks falso —llamado “Mirai Reserve”— y realizan pagos digitales con sus teléfonos móviles. A unos 160 kilómetros, en la costa este, el complejo turístico Wonsan Kalma, apodado por medios surcoreanos como “el Waikiki de Corea del Norte”, ofrece playas de arena blanca, hoteles nuevos, cervezas extranjeras y toboganes acuáticos.

Este despliegue responde a una estrategia del líder norcoreano Kim Jong-un para mitigar el impacto de las sanciones internacionales y captar ingresos mediante el turismo y el consumo interno. Aunque la mayoría de los productos exhibidos están fuera del alcance de la población —que gana en promedio poco más de 1.000 dólares al año—, los visitantes extranjeros han documentado una sorprendente variedad de bienes y servicios, desde muebles que imitan a los de Ikea hasta aplicaciones móviles similares a Uber y plataformas de mensajería.

El centro comercial Rangrang Patriotic Geumganggwan, por ejemplo, ha sido apodado por estudiantes chinos como “el Ikea norcoreano” por su diseño y productos, algunos de los cuales parecen ser réplicas exactas de los originales suecos. Tanto Ikea como Starbucks han negado tener presencia en el país y afirmaron que monitorean posibles infracciones de propiedad intelectual.

El turismo, no sancionado por la ONU, se ha convertido en una herramienta multifuncional para el régimen: genera divisas, crea empleo, estimula el consumo y mejora la imagen nacional. Sin embargo, también plantea un dilema para el gobierno: abrir las puertas al mundo implica un riesgo de pérdida de control sobre la información y la narrativa oficial. En los últimos meses, Corea del Norte ha restringido el ingreso de turistas tras la difusión de videos críticos en redes sociales, y ha reforzado leyes para limitar la influencia cultural extranjera.

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