Sociedad

Mundialización y conquista: qué ocurrió aquel 12 de octubre y cuándo llegó a la Argentina

El 12 de octubre de 1492 cambió la historia. Encuentro, conquista, mixturas. El proceso político, cultural y religioso que se produjo con la llegada de los españoles a América.

Domingo 12 de Octubre de 2025

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08:15 | Domingo 12 de Octubre de 2025 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma

El final del siglo XV marcó el comienzo de una vertiginosa cultura planetaria abriendo la puerta hacia una historia global, confirmando además un evidente cambio de paradigma. Aunque también aquel tiempo representó la ininterrumpida sistematización de un proceso con drásticos momentos y definidas consecuencias: reconocimiento, ocupación, conquista y “aculturación” en nuevos espacios geográficos.
 
Por ende, lo presentado como un fortuito hallazgo europeo, un 12 de octubre de 1492, reflejó muchísimo más que un promovido descubrimiento americano. Y si bien son claras las implicancias de dicho “encuentro”, incorporarse al mundo colonial significó para América adherir a una nueva organización política, social, económica, religiosa e idiomática.
 
¿Entonces qué representó para América y el mundo la llegada de Colón? En primer lugar, comenzó simbólicamente el curso de una nueva cultura generando concretos renovados escenarios políticos, sociales y económicos que desembocaran en un proceso de mundialización. Seguramente los Aztecas mexicanos poco o nada conocían de los Incas altoperuanos, y estos a su vez no poseían noticias del Cathay y Ciamba en China. Como tampoco en Cipango (Japón) sabrían de nuestros Huarpes, de nuestros Puelches o de los Pigmeos del Congo africano. Desde esa fecha (1492) América tomó noticias de Europa, Asia y África en forma regular. Mientras tanto, y con sorpresa ante lo observado, éstos europeos tomaron cuenta de la existencia de un nuevo continente muchísimo más rico y sorprendente que lo que la misma leyenda sostenía. Una vez más: la realidad superó la ficción.
 
Fue también el momento no del descubrimiento propiamente dicho, sino de la sistematización de un proceso: ocupación y conquista organizada del continente por parte de una potencia: España. Posteriormente lo harán portugueses, ingleses, franceses y holandeses en otras regiones del mapa americano. Consideremos que hacia 1492 ya existían en América aproximadamente 14 millones de nativos organizados en comunidades de altísimo desarrollo cultural y económico (las cifras oscilan ostensiblemente según distintos autores). En lo que concernía a nuestra actual Argentina, según el filólogo y ensayista Ángel Rosenblat (1902 - 1984), aproximadamente 300.000 nativos vivían en nuestra geografía nacional. Mientras que en nuestros vecinos sudamericanos por aquellos tiempos habitaban en Colombia: 850.000, Venezuela: 350.000, Guayana: 100.000, Ecuador: 500.000, Perú: 2.000.000, Bolivia: 800.000, Paraguay: 280.000, Uruguay: 5.000, Brasil:1.000.000 y Chile: 600.000.
 
Cristóbal Colón Foto: Wikipedia.
Cristóbal Colón Foto: Wikipedia.
Además, si la migración hacia el continente comenzó desde la Siberia asiática y desde la Polinesia y Australia (30.000 años antes de la llegada de Colón) la consideración sobre “descubrimiento” no es apropiada. Contemplando que chinos, cartageneses, egipcios, fenicios, vikingos, aventureros y corsarios, ya visitaban estas tierras con frecuencia desde mucho antes del arribo del genovés; por ende, otra prueba por la que podrimos vincular el proceso que devino, más relacionado con la conquista y no con el descubrimiento.
 
Móviles derivaciones de la expansión europea
Más allá de la sorpresa ante lo desconocido y de las “supuestas” buenas intenciones políticas y religiosas, el primer móvil colonizador europeo fue económico, reflejado cabalmente en el diario de viaje de Colón donde “el tema oro” es sumamente recurrente. Casi 185.000 kilogramos de oro y algo más de 16.000.000 de kilos de plata extraídos durante la época colonial así lo confirmarán.
 
Reconozcamos los excesos cometidos por los conquistadores en nombre de un dios que nunca representaron, la destrucción de civilizaciones y el vaciamiento económico de amplias regiones. Pero es justo paralelamente también plantear que España (en ese momento y en el marco de esa coyuntural política medieval) fue la única potencia colonial que debatió internamente sobre la justicia o la injusticia de sus actos (no lo hicieron ingleses, portugueses, holandeses, ni franceses), levantándose en ese tiempo voces muy potentes como serán las de Antonio de Montesinos, Bartolomé de las Casas, Viscardo y Guzmán o el padre Suárez, pioneros de la oposición ante los excesos y desmedidas usurpaciones. También la visión de otro testigo crítico ante la conquista como Fray Francisco de Vitoria merecerá ser destacada, cuando señaló que los españoles deberían reconocer que los americanos son “los verdaderos dueños de las tierras”. Llegando Vitoria, más allá aún, criticando al mismo Papa: “el Papa no tiene poder alguno sobre esos bárbaros ni sobre los demás infieles”.
 
La búsqueda de una nueva ruta
La ruta del Atlántico era imprescindible para sortear el bloqueo continental impuesto por los turcos otomanos desde 1453 cuando tomaron Constantinopla cortando el circuito comercial entre Europa y Oriente. El negocio de los metales, la seda y las especias requerían urgente un nuevo camino hacia Indias. Obviamente que el calendario y el sistema numeral Maya, la arquitectura y las esculturas Aztecas o las obras hidráulicas y viales Incas que encontraron los colonizadores fueron menos significativas y pasaron casi inadvertidas para los primeros conquistadores españoles. El chocolate, el caucho, el tabaco, el maíz, la papa, el tomate, la mandioca, la plata y las esmeraldas encontrados en las distintas civilizaciones centraron la primera atención conquistadora, convirtiéndose en un paliativo para combatir las hambrunas del viejo continente, transformándose esos productos americanos en la futura base la economía europea.
 
El 12 de octubre argentino
Probablemente los argumentos de Hipólito Yrigoyen, envuelto en plena Guerra Mundial cuando decretó en 1917 el “Día de la Raza” estuvieron encapsulados en el clima de la época, teñido de un nacionalismo antiimperialista y espiritualista, opuesto al ideario imperante en gran parte del siglo XIX, impregnado de una hispanofobia liberal. Eran los tiempos de la “madre patria” donde Ricardo Rojas y Manuel Gálvez mezclaban lo hispano, criollo e indio como sustento de argumentos anticapitalistas y antisemitas, pretendiendo justificar los prejuicios políticos contra el materialismo cosmopolita que asomaba. Tiempos donde la unión de España e Iberoamérica se sostenía según el embajador español Ramiro de Maetzu, “bajo el estandarte de la cruz y la espada”.
 
Notemos además que de las más de 2.000 “lenguas”, entre idiomas y dialectos, habladas en América prehispánica a finales del Siglo XV, hoy el castellano representa el cuarto idioma mundial con 500 millones de hispano parlantes, siendo el segundo idioma del mundo occidental.
 
Dicen que la expedición de Cristóbal Colón introdujo la sífilis en Europa Foto: web
Dicen que la expedición de Cristóbal Colón introdujo la sífilis en Europa Foto: web
También el primer momento de la conquista determinó el avasallamiento del panteón religioso indio para ir con el tiempo morigerando las prácticas y así concluir en una cultura religiosa sincrética, vinculando divinidades nativas con el dios de los cristianos. Contemplemos además que el vino y el aceite español llegado a América sirvieron de estímulo para el nacimiento de una industria propia. Pero también llegaron desde Europa las enfermedades y las pestes que limitaron la salud de las generaciones venideras.
 
En la actualidad, opuesto al concepto de “raza” podemos (y deberíamos) reflexionar desde otra perspectiva, haciendo eje, y no relegando (ni renegando), sobre el concepto de Día del Respeto a la Diversidad Cultural.
 
Identidad, diversidad y puente en el "territorio de la Mancha"
Durante el Congreso de la Lengua que se celebró en Cartagena de Indias en 2007, Carlos Fuentes (1928 – 2012) sostuvo: “¿Qué nombre nos nombra entonces? ¿Qué resumen lingüístico nos une y reúne? ¿Qué título, simplificándonos, da cuenta verdadera de nuestra complejidad? He venido proponiendo un nombre que nos abarca en lengua e imaginación, sin sacrificar variedad o sustancia. Somos el territorio de La Mancha. Mancha manchega que convierte el Atlántico en puente, no en abismo. Mancha manchada de pueblos mestizos. Luminosa sombra incluyente. Nombre de una lengua e imaginación compartidas. Territorios de La Mancha, el más grande país del mundo”.
 
Y otra vez Fuentes; ahora desde su obra “El espejo enterrado” (Taurus. Madrid, 1998): “La medida de nuestro odio es idéntica a la medida de nuestro amor. ¿Pero no son éstas sino maneras de nombrar una pasión?”. Por lo tanto, a mi entender, nuestro denominador común surgirá de nuestras especificidades, siendo la rica diversidad creativa el mayor presupuesto ostentado, y donde dos principios actúan paralela y sinérgicamente: a) El derecho a ser iguales, cuando la diferencia nos inferioriza; y b) el derecho a ser diferentes, cuando la igualdad nos descaracteriza.
 
Por ende, somos desde la llegada del español hasta nuestros días (y desde antes aun), el producto de la yuxtaposición de culturas convergentes. Es por eso que América sigue siendo la tierra de las emociones, la fantasía y los recursos naturales. Porque muy a pesar de nuestros desencuentros (los de ayer y los actuales) y los abusos (de toda índole), desde atroces matanzas hasta con vicios de una lamentable corrupción sistémica, que sometieron a culturas y generaciones, América prosigue siendo el apasionado territorio de la esperanza, "porque en la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación" (Eduardo Galeano). América, entonces, donde todos estamos obligados a tener esperanza.
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