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Sociedad
En medio de la pandemia, se amontonan en las avenidas de los barrios. Los comerciantes sospechan que a los senegaleses les cobran entre 350 y 500 pesos por día para dejarlos trabajar en la zona.
Sábado 17 de Abril de 2021
12:26 | Sábado 17 de Abril de 2021 | La Rioja, Argentina | Fenix Multiplataforma
En la esquina de Bacacay y Nazca hay dos policías, cinco inspectores de la Agencia Gubernamental de Control que no se inmutan y decenas de manteros. Se los ve a todos muy tranquilos. Conviven como si nada pasara.
El dueño de un negocio de productos para hacer gimnasia ubicado en Bacacay al 2900 amontona sobre la vereda pesas, bandas elásticas y ahora decidió estacionar su auto colorado casi a la altura del local para exhibir en el techo del vehículo decenas de colchonetas coloradas o azules para hacer ejercicios. Es la única forma que no se le instalen vendedores en la puerta de su pequeña tienda.
Todo es posible en esa zona de Flores. Si bien en las horas pico de venta los manteros ya no están en Avellaneda y Nazca hay un acuerdo tácito que pueden vender en esa zona del barrio.
El mismo panorama se ve en Once, pero multiplicado por cien. Las cuadras de Avenida Corrientes, entre Larrea y Pasteur, tienen más de 150 manteros de los 700 a 1000 que hay en el barrio, según el día y la hora. Dos remeras por 800 pesos, 4 hilos por 100, buzos a 1000 (800 si el cliente llora un poco), papas rellenas, lencería, paltas, cargadores de celulares truchos, zapatillas y hasta sobres con un matacucarachas.
La avenida está repleta de policías, pero nadie hace nada. Los comerciantes que antes salían en todos los medios ahora tienen miedo. La zona de las calles Bartolomé Mitre y sus paralelas Perón y Sarmiento, entre Larrea y Avenida Pueyrredón, son otro infierno. Y es que la mayoría de manteros senegaleses que desalojaron de la zona de la Estación del tren Sarmiento se instalaron allí.
“Esto nos perjudica un montón y el gobierno de la Ciudad no hace nada”, dice Guido Goldfarb dueño de dos comercios de electrónica, uno sobre la calle Paso y otro sobre Pueyrredón.
“La Agencia Gubernamental de Control tiene la oficina acá a tres cuadras, caminan los inspectores por la calle y no ven que están usurpando todo el espacio público. Tengo problemas para entrar a mi otro local, tengo una huevería en la puerta y en la entrada de la cochera me pusieron un desayunador. Son mafias que vienen y te usurpan el espacio. Entendemos el problema de los inmigrantes, pero nosotros votamos a los políticos para que se ocupen de estas cosas. Están preocupados por la pandemia, por el Covid y el Once es un quilombo. Esto es un foco de contagio”, cuenta el comerciante.
“Nosotros no podemos mantener un negocio sustentable con la carga impositiva que tenemos de Ingresos Brutos, IVA, Tazas Municipales y además pretenden que dejemos que los vendedores ambulantes vendan lo mismo que nosotros en la puerta de nuestros locales”, concluye indignado Goldfard.
Por Avenida Corrientes al 2400 es casi imposible caminar. Los manteros senegaleses se instalan en dos hileras en la vereda del sol y hay que transitar en fila india para poder pasar. Dev Samb ofrece sus buzos casi en la esquina de Azcuénaga. No tiene barbijo, le regalo uno para que empiece a cuidarse. “Llegué a la Argentina para conocer algo diferente. Estudiaba Literatura en la Universidad. Tenía amigos que estaban en Brasil y decidí venir. A mí me dieron la visa de turista para entrar a Argentina en Nigeria. Tomé un avión a España y de allá vine a Ezeiza”, comenta el joven con dos años en el país y un perfecto castellano.
En la barriada de Ken Masar, en Dakar, quedaron su mamá y sus hermanas. Su sueño ahora es tener un DNI, “pero no es fácil de conseguir”, aclara. “Ahora me dicen que tenés que casarte, tenés que tener un hijo y no me gusta estar con alguien sólo por interés”, dice entre risas. El joven de 28 años cuenta que alquila un cuarto en la calle Uriburu a 13.000 pesos por mes, “con baño y cocina compartida”. Ante la queja de los comerciantes aclara: “Si pudiéramos alquilaríamos un local, pero no podemos. A nosotros no nos gusta robar ni hacerle el mal a nadie. Tenemos que trabajar para sobrevivir”, se defiende.
En la cuadra de Perón al 2700 los dueños de una casa de deportes y otra de calzados decidieron hacer un trabajo mancomunado y poner cinco botellones de agua de diez litros unidos por cintas para bloquear el espacio de vereda que les corresponde y así evitar que se instalen los manteros. Un éxito, el lugar milagrosamente está libre de venta ilegal.
“Venimos cada vez más temprano para poner los botellones y que no se metan”, cuenta Alejandra una empleada de uno de los negocios, con resignación. “Acá algunos sacan los percheros, otros ponen la moto todo a lo largo de la vereda para que no se instalen. Lo peor es que se pelean por el lugar, se agarran a trompadas, si uno está tres días y después se va, pierde el lugar y cuando vuelve quiere recuperar el espacio y ahí empiezan los problemas”, agrega.
“Je suis en train de travailler”, dice en francés Zamba, un senegalés de 42 años que pide que no lo filmen porque es inmigrante ilegal. “J´etais artisant menuisier à Dakar” (yo era carpintero en Dakar), cuenta con orgullo. “Dejé todo porque tenía muchos problemas allá. En África hay mucha pobreza y toda la gente que vino acá lo hizo para buscar trabajo. Tengo dos hijas chicas en África. Antes les mandaba plata, ahora ya no puedo por la crisis. Hace cinco años que llegué. No tengo DNI ni tampoco los papeles para volver a Senegal”, concluye el hombre.
En la vereda del frente nos espera Matías Winkel, directivo de la Cámara de Comerciantes Mayoristas (CADMIRA) y dueño de una importante inmobiliaria en Once. Graba la nota adentro de un local para evitar problemas con los manteros. “La gente no quiere venir a Once por los manteros, les tiene miedo”, asegura el comerciante.
Y va más allá. “Nosotros acá en el Centro Comercial de Once nos da la sensación que hay alguien que habilita donde se pueden poner y donde no, porque sino no se entiende porqué la Avenida Pueyrredón está libre de manteros pero ocuparon todo en las transversales Mitre, Perón, Sarmiento, y lo mismo pasa en Corrientes desde Larrea para el lado de Junín. Se nota que hay sectores habilitados por alguien. Hay un rumor que los manteros pagan entre 350 y 500 pesos. Si hacés la cuenta que hay 700 manteros en Once estamos hablando de 350 mil pesos por día de recaudación. Y si lo multiplicás por 20 días hábiles estamos hablando de 7 millones de pesos por mes. No tengo la certeza pero son números muy importantes”, concluye Winkel.
La fiscal Celsa Ramírez, investiga desde hace cuatro años la organización que explota los manteros senegaleses en la Ciudad de Buenos Aires. Entre otras cosas descubrió que la mayoría ingresan a pie por la frontera seca de Misiones, desde Brasil. Pasan por chacras que están mitad en suelo brasileño y mitad en Argentina. En los operativos realizados en Capital junto a la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX) encontró que los senegaleses vivían hacinados en los mismos depósitos donde guardaban la mercadería. También detectó que los productos que venden vienen en encomiendas de la ciudad brasileña Santo Antonio do Sudeste donde hay fábricas que falsifican entre otras cosas zapatillas e indumentaria deportiva.
Consultada por Infobae sobre la conexión porteña que explota a los manteros africanos, Ramírez señaló: “Desde la fiscalía seguimos investigando la venta ilegal, pero no apuntando a los vendedores ambulantes sino a la organización que está detrás de la venta ilegal. El objetivo de la fiscalía es poder identificar a los que propician la trata de personas, la explotación laboral en condiciones paupérrimas. De hecho en los depósitos que allanamos a los efectos de verificar el acopio de mercadería, encontramos viviendo estas personas en forma infrahumana. La idea es seguir hasta determinar quiénes son los verdaderos responsables de la actividad ilegal”, concluyó.
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